Tres cabezas (parte 3)
Por: Gustavo Torres G. Llegué tarde una vez. No podía más con mi alma, estaba peor que en mi época universitaria en eso de las horas dormidas, apenas lograba acumular ocho horas por semana y el café prácticamente había sustituido ese torrente rojo dentro de mis venas. Estaba hecha añicos. El señor Mendizábal mandó llamarme para saber qué estaba pasando, pues en la planta se había corrido el rumor de que consumía drogas o alguna cosa así; con los pantalones y el sostén bailando en lo que me quedaba de cuerpo, pensar otra cosa hubiese sido necedad, sumándole el inusual juego de lentes oscuros que habían sustituido mi jovial mirada matutina, las alarmas para la administración sólo estaban esperando el momento para pescarme. Entre a la oficina de Don Mendi con la preocupación de quien de verdad depende de un empleo como este. - ¿Le está gustando mucho su trabajo, señorita Salas?- preguntó con cierto sarcasmo que no pude interpretar. - Disculpe, no entiendo su pregunta- respondí, sinceramen