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Mostrando entradas de 2015

Una gota sobre la cornisa

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Por: Gustavo Torres G. “El hombre educado (…) está mucho menos expuesto a dejarse dominar por los demás animales”. Sócrates. Recién terminaba de leer algunos relatos de Lovecraft, cuando caí en cuenta del estado emocional en el cual estaba envuelto: la respiración acelerada, el corazón dando tumbos casi espasmódicos, la humedad del sudor en las manos y una enorme (enorme) sonrisa en el rostro. Estaba asustado, pero feliz. El asunto de involucrarse con lo que se lee no es precisamente una ciencia exacta, mucho menos existe un método, aunque habrá quienes perjuren poder escanear ocho mil páginas por hora, no veo nocivo darse el tiempo para disfrutar el sagrado acto de la cosecha intelectual (legére, según su raíz latina; etimológicamente hermoso). Como sea, no sólo en la lectura puede encontrarse realización o desfogue, por supuesto, prácticamente todas las otras áreas del arte tienen, en su concepción o disfrute, la etérea cualidad del desprendimiento. Funciona para muchos

Túnicas

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Por: Gustavo Torres G. En la distancia, una pirámide se bañaba del dorado brillo del atardecer. Sobre la vista se alzaba imponente, una columna de humo blanco, indeterminado entre el producto de una pasiva erupción o simplemente una nube colosal en proporciones. El viento tibio apenas movía las hojas de los árboles. Cada tanto, los jaguares bajaban a holgazanear en las postrimerías del poblado, un sitio sagrado y de sacrificio. Si bien les iba, uno que otro hueso o el néctar vital aún caliente de los sacrificados caía en algún lugar suficientemente seguro,  entonces toda la familia podía deleitarse sin remordimientos o necesidad de correr. Así funcionaba desde hace mucho. Cuando el sol terminaba de ocultarse, Saak-Balam gustaba de escaparse de la seguridad de la selva, atravesando corredores verdes y saltando sobre arroyuelos de fantasía; su ímpetu en el vivir nunca se contenía, incluso sus patitas regordetas aun, no eran lo suficientemente largas como para llegar más rápido

Uróboro

Por: Gustavo Torres G. Un bajo y una batería sonando. Loop divino, agresivo, sensual. El synth esporádico tras el rock crudo casi me eriza la piel. Tres notas más y no podré seguir caminando, el espíritu casi revienta mis sentidos. Ya no me importan las miradas, mi trayecto está hecho, el contoneo seguirá ofendiendo a todos, pero la música no parará, y mi cuerpo tampoco. Estos lentes tras el aparador son lo único que desviarán mi destino, y no por mucho tiempo… ¡Auuuuuuh! Va a ser complicado dejar de enamorarse de mí. Este ritmo es infernal. Es hermoso. ¡Es rock! Y soy suyo, y nada lo va a evitar. Esa vieja loca de las flores me grita algo, enfurecida, pero no sé qué es lo que dice. Me da risa. La amo. Soy el extranjero autoexiliado; entre botas de pitón y sombreros de vinyl colorado, mi piel curtida resiste los gargajos de la multitud. ¡Ridículo! ¡Mamón! Son pétalos de rosa que se cuelan entre las bocinas y mis oídos, que siguen besándose a cuatro tiempos, los mismos que ha

Sobre el miedo y su evolución: una perspectiva parasociopsicológica. (parte 2)

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Por: Gustavo Torres G. Parte 2 Miedo al dolor. Si bien el placer de vivir está dado mayormente por la posibilidad de percibir el mundo a través de los sentidos, la capacidad de modificar la naturaleza a nuestro antojo o conveniencia, desencadenó un desafortunado malentendido entre lo que se volvió parte de la solución a necesidades mínimas de supervivencia, o lo que simplemente devolucionó en caprichos. Me explico: para resguardarse de los peligros de la naturaleza, nuestros antiquísimos antepasados recurrieron a la síntesis del refugio natural; abstrajeron la idea de la cueva, ese lugar confortable en las laderas de cerros y demás accidentes geográficos, crearon su propia versión de éstas pero con la ventaja de ubicarlas en lugares abiertos, sin depender del azaroso hecho de que exista tal cueva. Y entonces las cavernosidades artificiales   fueron agrandando y complejizando hasta el punto de lo ridículo. ¿Una mansión de mil metros cuadrados para una familia de tres individuos

Sobre el miedo y su evolución: una perspectiva parasociopsicológica.

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Parte 1 Por: Gustavo Torres G. El mundo quiere matarnos, eso es un hecho. La adaptación de la especie humana al entorno propio (la "civilización") es tan poderoso que no sólo ha terminado por establecer el único ecosistema posible a través del cual un individuo pueda desplegar todo su potencial, y como una ley física, el costo de esta dependencia implica también transformaciones profundas en el adalid de nuestra gloria y sufrimiento: el pensamiento, los retruécanos de nuestra actividad característica como seres vivos superiores (¡ja!). Cualquier cosa que represente riesgo a esa condición humanizante desemboca en una de las reacciones universales para todo el reino animal: el miedo. Miedo a la muerte. El más primigenio de los instintos es aquel que nos previene y alerta de morir. Dejar de vivir no es negocio para ningún ser vivo, a menos que, como en ciertas tragedias shakespereanas de la naturaleza, la muerte simbolice sólo el inicio de un nuevo resplandor; me viene a l