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Mostrando entradas de 2020

Ya no estoy aquí: lo mejor que le pudo pasar al 2020

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Por: Gustavo Torres G. Y sí. Hasta llegar al punto en que simplemente esperamos la mala noticia de cada mes, en el asunto del entretenimiento digital una sorpresa ilumina el panorama de lo que podría ser un 2021 que comience con una avalancha de premios y reconocimientos en lo que hasta el momento, me parece la mejor película del catastrófico 2020. Es mexicana. Este divorcio que muchos hemos firmado con el cine nacional desde hace ya algunos años (personalmente, al menos veintitantos) a raíz de obras poco menos que vomitivas, deleznables, de pronto ha encontrado tregua con la autoría intelectual de quienes hoy son reconocidos como algunos de los mejores directores del mundo, me refiero por supuesto a los tres alegres compadres: Iñárritu, Cuarón y del Toro, todos con sendos óscares en sus haberes, absolutamente merecidos, desmarcados de la porquería realizada a nivel comercial en nuestras tierras, apuntando absolutamente al cine de autor, a la defensa de las ideas por sobre la taquill

La culpa es de Pandora

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 Por: Gustavo Torres G. Mi javiersierrómetro ha marcado una puntuación baja. Jamás lo hubiese pensado. Como cuando tu equipo lleva media temporada invicto y un sábado cualquiera, contra el equipo menos pensado se da una goleada inesperada... así me sentí al terminar El Mensaje de Pandora , último libro del reconocido escritor teruelense Javier Sierra . He intentado escarbar todo lo posible hasta ver aunque sea un poco de bronce en el tesoro prometido, pero a duras penas me he topado con latón. ¿En verdad es tan malo? Y... no lo sé. La vara queda alta con cada entrega de Sierra, un tipo sumamente apasionado por estos temas tan absorbentes como son la historia y el misterio; La Dama de Azul cimbra las más profundas concepciones que se tengan de la historia; La Cena Secreta es (nunca mejor dicho) una pintura narrativa de la Italia davincesca; El Fuego Invisible es una delicia hecha novela; La Ruta Prohibida resulta una odisea por la historia como siempre debió haberse contado (se va

Tres cabezas (parte 4 y última)

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Por: Gustavo Torres G. - ¡No se de dónde vino eso! - gritaba desesperado uno de los guardias de Arangio, con uno de los brazos sangrando y en el otro una pistola lista para usarse. Osmar estaba petrificado, con la mirada perdida, sin crédito de la masacre en la que se había convertido aquello; la oreja izquierda ya no la tenía, en su lugar, una alcantarilla de porquería colorada brotaba espasmódicamente en su costado, sin piel, como si le hubieran pegado y arrancado una enorme cinta adhesiva de un plumazo... o un plomazo, debía decir. Tras la barra, el barman asomaba de cuando en cuando para dispararle a quien fuera, aunque no tenía una jodida idea de la situación, entre su papada y el brazo percutor, la voluminosa masa de músculos hacía ver la automática como si fuera un juguetito escandaloso. Cuatro o cinco disparos seguidos desde fuera deshicieron la balacera casi medio minuto, suficiente tiempo para escabullirme entre las mesas hasta una de las ventanas rotas cerca de la entrada, m

Tres cabezas (parte 3)

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Por: Gustavo Torres G. Llegué tarde una vez. No podía más con mi alma, estaba peor que en mi época universitaria en eso de las horas dormidas, apenas lograba acumular ocho horas por semana y el café prácticamente había sustituido ese torrente rojo dentro de mis venas. Estaba hecha añicos. El señor Mendizábal mandó llamarme para saber qué estaba pasando, pues en la planta se había corrido el rumor de que consumía drogas o alguna cosa así; con los pantalones y el sostén bailando en lo que me quedaba de cuerpo, pensar otra cosa hubiese sido necedad, sumándole el inusual juego de lentes oscuros que habían sustituido mi jovial mirada matutina, las alarmas para la administración sólo estaban esperando el momento para pescarme. Entre a la oficina de Don Mendi con la preocupación de quien de verdad depende de un empleo como este. - ¿Le está gustando mucho su trabajo, señorita Salas?- preguntó con cierto sarcasmo que no pude interpretar. - Disculpe, no entiendo su pregunta- respondí, sinceramen

Tres cabezas (parte 2)

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Por: Gustavo Torres G. Había dos guardias en la entrada de la bodega. Olía a orín de gato, o rata, no podría asegurar. Al cabo de cinco minutos, el susto me tenía completamente despierta, con un dolor insoportable en la nuca. Salvo dos suburbans ochenteras, el resto del espacio estaba completamente vacío, a excepción, claro, de los tipos con los cuales me había topado antes; supe que eran ellos por el timbre en sus voces, además del perfume barato untado a discreción en el fulano que me estuvo apuntando. En cuanto mis "sistemas" cargaron por completo la escena, la adrenalina comenzó a operar en mi corazón y cerebro como nunca antes. Me puse de pie, respiré hondo y observé con detenimiento el ritual de salida: cada uno de los guardias se trepó a los vehículos disponibles y correspondientes, sin siquiera voltear a donde yo estaba, apagaron las luces y emprendieron marcha. Corrí como alma que lleva el diablo hacia el portón, sentía que no tenía puesto el candado, y así era. Tan

Tres cabezas

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Por: Gustavo Torres G. Soy Laila Rincón Salas, agente de la Interpol, asignado en México. Desde hace un par de años sigo la pista de un presunto traficante de nacionalidad dudosa, pero que por alguna razón, eligió el país de la bandera tricolor. Mi objetivo ha utilizado muchos nombres, casi todos latinoides, parece tener especial apego a las culturas de esta parte del mundo, por mi parte, pensé que me daría igual ese dato, no obstante, el tiempo detrás de sus pasos me fue dando la data suficiente como para entender que todo tenía un motivo. Por ahí de 1987, el sur de Estados Unidos se había convertido en un hervidero de mierda; toda la frontera sur, especialmente las inmediaciones del Río Bravo, pertenecía a por lo menos docena y media de "empresarios", que era el nombre dado al montón de polleros, coyotes y demás fauna pululante a lo largo de ese entonces relativamente descuidado espacio. No había hora del día en que no se supiera de una nueva incorporación hacia el sur o ha

De animales a dioses: argumentos para (des)justificar nuestro estatus

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Por: Gustavo Torres G. Me llevó mucho tiempo completar un libro que de entrada, me produjo mucho entusiasmo, tanto por la temática propuesta, como por el extraño reconocimiento de saberme leyendo una vez más a un autor de de origen medio oriental. Sapiens, de animales a dioses , es un texto que en entrada pareciese absolutamente enfocado en la biología; las circunstancias por las cuales nuestra realidad a dos piernas y brazos cargando un cerebro de tales dimensiones tenía que ser así de apasionante. En efecto, es un texto entretenidisimo. la reseña, para no ser cansino, es esta: La humanidad como la entendemos, de la que somos parte, tuvo que pasar un vericueto de muchísimos millones, luego miles de años, para poder afirmar sin dudas, que somos la especie dominante de este pequeño punto azul en el espacio. Visto desde fuera, alguna civilización extraterrestre consideraría peccata minuta, cosa ridícula la autonominación a eso de “amos del universo”, sin embargo las minucias, los detalle

Portal hacia la eternidad

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Por: Gustavo Torres G. ¿Qué posibilidades de materializarse tendría ahora que decidió por fin olvidar a sus acólitos? ¿No era lo que hacían los demás una vez resignados? Ni bebiéndose todo el Mar Negro su deseo de sentirse en carnes podía ser saciado. La última vez que el peso de sus pies movilizó una hilera de arena frente al templo en su honor, el suplicio que lo convocó apenas estaba consciente de cuál era su motivo. Aquellos ropajes dorados, escurridos entre su amplio pecho y la pesada barba que lo caracterizaban en los tiempos en los que el hombre ni siquiera le había dado nombre a las cosas, ahora no eran otra cosa más que harapos, tristes recuerdos con consistencia de humo sobre un cuerpo ahora apenas sostenido en lo que todavía se puede llamar existencia. Ese era ahora Marduk. Qué días aquellos cuando el mero pensamiento en los hombres y mujeres de Babilonia eran suficientes para sentirse vigoroso. No hacía falta ni media ánfora para saberse presente, esa vitalidad en el ambien

No puedo estar despierto...

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Por Gustavo Torres G. No soy músico, ni de cerca. Mi profesión y ocupaciones van totalmente por otro lado, así que no podría decirse que soy una voz autorizada para hablar del tema, pero tampoco hace falta media vida en un conservatorio para darse cuenta de ciertas cosas. Justamente acaba de celebrarse el día del maestro en mi país, con todo lo que eso representa, especialmente donde la revalorización de la profesión en el mundo se ha hecho casi en automático, debido a la situación sanitaria. Dentro de la avalancha de publicaciones en todo tipo de redes sociales y medios tradicionales, brotan los clásicos homenajes a los enseñantes de la ficción: Splinter, Snape, Miel, Miyagi San, Crabapple … en fin. Siempre tuve claro uno, más que por sesión en aula, por la apertura a caminar fuera de la senda, de ir más allá, aunque esa dirección no sea necesariamente adelante. En cada uno de los conciertos donde tuve el privilegio de estar, el apelativo “maestro” llovía de todas partes del público

Golondrinas en mayo

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Por Gustavo Torres G. Apenas había amanecido cuando sintió el aire helado entrando por un costado, normalmente pasa cuando una mala posición impide tener la misma experiencia desde el frente. Nunca le había pasado algo así. Bueno, nunca le había pasado nada más. El deseo de estirarse fue más fuerte que el de protegerse del viento abriéndose paso a través de la hondonada y, en un bostezo eterno, la vida se confirmaba en sus pulmones. El hielo bajo los pies quemó desde el inicio, y el calor de papá contrastaba terriblemente con el resto del mundo, tan inhóspito, tan gélido… tan luminoso. Más allá del hambre interminable de cada día, la sensación de no pertenecer nunca dejó de rodear sus plumas, como una fina capa de aceite que no puede ser desprendido ni con jabón o estropajos. Esas pláticas interminables sobre ningún tema con el resto de la parvada, en medio de la nada y sin llegar a ninguna parte lo hartaron desde el primer momento. En algún punto, creyó poder desviarse del in

Y deberás plantar...

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Por: Gustavo Torres G. “ Y deberás plantar Y ver así a la flor nacer Y deberás crear Si quieres ver a tu tierra en paz El sol empuja con su luz El cielo brilla renovando la vida Y deberás amar Amar, amar hasta morir Y deberás crecer Sabiendo reír y llorar La lluvia borra la maldad Y lava todas las heridas de tu alma ... De tí saldrá la luz Tan sólo así serás feliz Y deberás luchar Si quieres descubrir la fe La lluvia borra la maldad Y lava todas las heridas de tu alma ... Este agua lleva en sí La fuerza del fuego La voz que responde por tí Por mí... Y esto será siempre así Quedándote o yéndote. ” - L. A. Spinetta Se ha especulado mucho con el tiempo que tenemos disponible para las próximas semanas en todo el mundo: para algunos, desgraciadamente serán sus últimos días en la oportunidad de ver la luz del día, para otros, el privilegio de ser tocado por rayos de sol será más apreciado, deseado, cada minuto de esta sui