Crin de luz
Por: Gustavo Torres G. Y me vi reflejado en el techo. No me reconocí, pero era yo, sin duda. Le di un beso a esa imagen para afirmar que me aceptaba tal cual. Hacia abajo, el abismo. No sentí miedo, pero el escalofrío duró mucho más al entender en qué situación me encontraba: era libre. Muchos otros aparecieron y entendí todo al instante. No necesité pronunciar palabra; era uno con todos. Ir a cualquier lugar era lo mismo que sólo pensarlo; deslizar el cuerpo sobre las piedras sin tocarlas, dejar una estela sobre la superficie a la velocidad del sonido, descender para eternizar polvaredas ante los atónitos ojos multicolor del cangrejo martillo… formas elegantes de manifestar el placer de vivir sin preocuparse por más. Los días existen sólo para recordarnos la mitad de lo que somos, cuando siento que la realidad me alcanza y de nuevo he de caminar sobre dos pies, con la sonrisa que en mi otra vida no puedo mostrar, pero guardo celosamente para quienes amo aquí, y me cuidan. Son mi