Altar
Por: Gustavo Torres G. La joven Schwinger no podía creer la fortuna de sus amigas para encontrar el amor, especialmente cuando a pesar de ser (en sus propios ojos) la mejor dotada intelectual y físicamente, parecía no importar siquiera a los del concejo. Todo recurso disponible en la Tierra para defender a la humanidad de la invasión plutoniana dependía de la democrática y voluntaria selección del mejor partido posible en este planeta. Ese joven rey interplanetario aceptaría dejar a todos en paz, si podía llevarse consigo la afrodita que nunca encontró en los otros ocho; dijo alguna vez haber entrado al sol para negociar con los helioditas acerca del mismo asunto, aunque definitivamente supo, desde el inicio, que no estaba en posición para eso. ¿A quién se le ocurre dispararle a las escopetas? La desgracia de Marisa Schwinger venía desde hacía muchas generaciones, cuando el Tercer Reich ejecutó su programa eugenésico en las postrimerías polacas. Dijo su propia madre alguna vez: