Por:
Gustavo Torres G.
Recientemente
leía un artículo sobre algún tema seguramente espurio, producto del ocio, donde
se afirmaba, por alguna razón que no explicaré ahora, que sólo el 25% de la
población tiene alma. Si bien no soy afecto a tratar temas metafísicos o de
filosofía trascendental, sentí una perturbación en los cimientos del pensar.
Las preguntas son inmediatas, algunas automáticas, y la reflexión es obligada.
El concepto de alma
Aparece
como inseparable la concepción general de que alma es sinónimo de movimiento,
una demostración de vida, con la maravilla inherente de la conciencia al concebir
el hecho, por cualquiera que sea el origen o motor. Coincido con
Aristóteles al determinar inasible la naturaleza de la misma, pero en cuya complejidad,
los anales de todas las formas organizadas de reflexión han tratado de dotar de
algún sentido metodológico. Si la memoria no me traiciona, de los antiguos egipcios
es posible distinguir entre al menos tres tipos o niveles de alma, aunque la
idea judía comparte ese principio de un todo “modular”, a saber:
"Es
llamada por cinco nombres: Nefesh (alma), Ruaj (espíritu), Neshamá
(aliento), Jaiá (vida) y Iejidá (singularidad). Los maestros
jasídicos explican que los cinco "nombres" del alma realmente
describen cinco niveles o dimensiones del alma. Nefesh es el alma como
motor de la vida física. Ruaj es el ser emocional y la
"personalidad" (Tauber).
Revisado
así, el concepto en cuestión podría, ambiguamente ser aplicado a cualquier ser
humano, pero estrictamente hablando, millones de casos a través de los tiempos
han evidenciado individuos cuyo lejidá ha
sido arrebatado o directamente renunciado, al igual que la ruaj; aunque el envoltorio rebose de potencia, como animal en celo,
el apego a lo ordinario termina por “desacompletar” el paquete donde se
construye el alma. En este sentido, la afirmación del 25% parecería nada
descabellada.
El mito cristiano y el uso popular de la acepción
Dentro
de la tradición occidental imbuida en el cristianismo, tanto el Éxodo como el
Levítico hacen referencia al alma como una propiedad de los seres vivientes que
es capaz de desaparecer, morir; contrario a la idea popularizada (en la más
vulgar de sus interpretaciones) como un elemento permanente e inmortal.
Llegamos a calificar como “almas en pena” a las conciencias de los muertos que
no han terminado de cerrar sus ciclos, una especie de software que sigue
operativo mucho después de haber cortado la corriente del CPU. Cimentamos esperanzadoramente
todos nuestros actos para que llegado el momento, esa programación no se pierda
y quede, literalmente, guardada en la nube. El miedo a desaparecer es más
potente en tanto el individuo se convence de que es posible seguir existiendo
mucho después de morir, dejando todo el sentido existencial a la única cosa que
sabe segura: la oportunidad de evitar su propia intrascendencia.
Yo, robot
Spooner (humano): “Can
a robot write a symphony?”.
Sonny
(robot): “ ... Can You?”.
El genial diálogo de la película I, robot, basada en los relatos de
Asimov, retrata plenamente la cada vez más indistinguible línea separadora
entre aquello que nos vuelve humanos y lo que nos acerca a ser apenas poco más
que máquinas de carne y hueso. En mi opinión, sólo la inquietud y el acto
creativo ratifica al humano sobre aquellos que no lo son. No se pertenece a la
especie si no se crea. No involucro al arte porque hay muchas áreas podridas,
en concepto y concepción; no es artista el que reproduce, sí el que produce, el
que se hace emerger. Si hubiese un rasgo distintivo para identificar al 75%,
probablemente sería la incapacidad de generar de sí para el resto; sólo existe
para sus intereses, se abre paso como la serpiente, sólo para comer; insensible
a los colores, olores y formas, sólo atraído por la temperatura de la sangre en
otros. No se compromete, no quiere conexión porque le es imposible, no tiene
con qué.
El ying y el yang
En el
equilibrio dinámico del universo, la teoría taoísta de los opuestos complementarios
puede servir de referencia para corroborar aquello de los componentes modulares
del alma. Una persona, cual átomo, no es un ser único e indivisible, tiene en
sus interiores (no en sentido físico) migajas equilibradas en naturaleza y
fuerza; electrón, protón... no existe uno sin el otro. Para las personas, su
predominante masculino o femenino no son absolutos, requieren matices del ying
o el yang para considerarse plenos. Los asesinos, rateros, sociópatas,
sicópatas, el inconsciente que se atraviesa a mitad de la carretera, los que
maltratan animales, quienes sorprendentemente pueden vivir sin música, los
narcos, casi todos los políticos, los que no comen palomitas... todos ellos son
unos desalmados, seres físicos cuya visión del mundo se reduce a lo que no
pueden entender en la poesía.
Referencias.
http://es.chabad.org/library/article_cdo/aid/899895/jewish/Que-es-el-Alma.htm
https://www.jw.org/es/ense%C3%B1anzasb%C3%ADblicas/preguntas/qu%C3%A9-es-el-alma/