¿Y si lo pintamos juntos? Si, tomarás la bata y la ajustarás a tu cintura y a tu cuello,
a la primera, para no mancharte los pantalones, al segundo, para evitarme atizándote un beso.
Esperaré el pincel cargado en rojo, ya porque es tu idea del cielo, o acaso porque mi infierno nace del mismo. Entre un trazo y otro, la purga de verte frente al lienzo hace injusta la afrenta: mi arte, torpe, de impulsos, no encuentra colores para siquiera enmarcarte.
Ya lo propuse, dibújalo tú. Miraré atento el precipicio de azules abriéndose paso por la senda de flores que cuidadosamente tracé para ti.
Dalí envidia con toda su divina locura las ledas atávicas, tu cuerpo confundido en el óleo, mientras me doy cuenta, de alguna manera, que logras ser Gala e histeria sólo con pensarte, sólo con verte.
Pintemos de nuevo. Esta vez decides el lienzo. Si soy yo, haz de mí lo que quieras, si eres tú, haré de tu propio sudor, colores.
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