El Fondo de Cultura Económica es uno de los pocos esfuerzos que hay en México para hacer llegar literatura a la población de manera que sea variada y accesible, siendo que en los últimos años la serie A la orilla del viento, de corte infantil, ha servido de catálogo sinceramente interesante para salir de los convencionalismos respecto a lo que normalmente se consideraría literatura "no adulta"; de aquí se desprende El Sueño de Albión, novela ligera de Roger Norman, autor inglés poco prolífico del que no puedo decir demasiado, pero aquí mi opinión sobre el texto en cuestión.
¿De qué trata?
Edward Yeoman ha llegado a vacacionar a Turnworth, una aldea de hálito absolutamente campirano en lo más profundo de Inglaterra. Por accidente descubre un juego de mesa sobre el que no tiene noción ni instructivo, pero sobre el cual una serie de eventos aparentemente fortuitos se van ocasionando sin mayor sorpresa que la de pensar que son obra de la casualidad, hasta que el protagonista y una serie de acompañantes se van dando cuenta del verdadero poder del tablero. El resto del libro irá desmarañando el esfuerzo de los personajes por dilucidar las verdaderas reglas del juego y quién es quién en los azares de cada partida.
Lo más o menos
Si fuese película, sería una muy palomera y seguramente producida por Hallmark Channel o como una muy mala miniserie de Netflix de apenas cuatro o cinco capítulos. No es un libro aburrido en su totalidad dado que de vez en cuando suelta nombre importantes para las piezas (Merlín, La Muerte, etc.) o suceden cosas medianamente interesantes como para seguir enganchado un poco más respecto a qué carambas es el juego y si realmente tiene poderes mágicos o no. Cada personaje tiene personalidad bien definida, aunque se antoja tibios, sin fuerza.
Lo malo
Nunca sucede nada verdaderamente emocionante, incluso el episodio de la epidemia de una enfermedad misteriosa parece poco para lo que en realidad es. El clímax parece nunca llegar, de hecho, para mi gusto no lo hace, dejando el sabor amargo de un libro completamente nublado y que levanta expectativas bastante rápido al inicio pero que no logra corresponder en el resto de la trama. El centro de la historia tendría que ir desarrollando las reglas del tablero sobre la cual se supone gira todo, pero las reglas van apareciendo cual deus ex machina y jamás ponen al lector al tanto de lo que se puede provocar con cada tirada de dados, así que se está a ciegas prácticamente todo el tiempo, leyendo sobre un juguete maravilloso del que nunca se tiene color ni forma. En algún momento hice el esfuerzo de pensarlo como uno de esos fabulosos tableros de Warhammer 40000 o algún derivado de Dungeons and Dragons, pero las escuetas descripciones al respecto hicieron insostenibles las teorías que me iba generando sobre la marcha. Se vuelve un registro de las preocupaciones de Yeoman en relación a lo que pasará si sigue jugando o le cede el tablero al señor Tyson.
¿Vale la pena?
No. Debe ser una de las decepciones del año tomando en cuenta que el catálogo del que forma parte me ha regalado experiencias de lectura entrañables, como en el caso de Peligro de Suerte o Los Fantasmas de Fernando, excelentísimas obras de autores mexicanos con harto corazón y pluma desenfadada. El Sueño de Albión solo merece bostezos y la segura recomendación al FCE de publicar más nuevos autores nacionales antes que presuntos clásicos contemporáneos de la más desabrida britania.
“No
hay nada más humano que usar máquinas”, dijo alguna vez el
maestro Cerati respecto a una pregunta relacionada a la
polémica en el uso (para algunos) excesivo de tecnología en
presunta sustitución de instrumentos musicales. Para muchos, la
música no es tal o pierde valor si no hay sudor de por medio,
cualquiera que sea el género, sin embargo, la adelantada y artística
mente de personas como el ya mencionado astro argentino debería ser
tomada en cuenta para pensar dos veces antes de emitir cualquier
juicio visceral. Desde un punto de vista artístico los instrumentos
utilizados para generar sonidos son eso, instrumentos, herramientas
para traducir contenido emocional e intelectual de modo que no solo
muevan las ondas sonoras en el aire, sino que lo hagan de tal modo
que produzcan tal o cual experiencia a quien escucha y es capaz de
procesar de acuerdo a sus recursos alternativos (cultura, edad,
situación socioeconómica, historia de vida, contexto en general),
de ahí que “el gusto se rompe en géneros”. De la misma forma en
que un canto yodel podrá parecer al oído popular occidental
una forma de ejecutar música curiosa e interesante, el apego a los
escuchas en su lugar de origen trascederá a algo más allá de
“falsetes chistosos”.
Disco
eterno
¿Pero
a qué viene todo esto? Mi postura respecto a la tecnología en la
música es la misma que Cerati: debe estar uno abierto a
experimentar, tomar o desechar según haya oportunidad, la música
será música independientemente de la forma en cómo se ejecute.
Cuando Soda Stereo era ya una banda de rock-pop consolidada
por ahí de finales de los ochenta con discos tan míticos como
Signos, Doble Vida, o el apoteósico y rockerísimo
Canción Animal, el siguiente paso para la banda fue el lógico: irse
a algo diferente. Hubiese sido absurdo quedarse en el sonido de De
Música Ligera, Sueles Dejarme Solo o 1,000,000 de Años
Luz, que si bien a día de hoy siguen sonando como auténticas
aplanadoras (mucho más las versiones en vivo), el éxito para los
grupos musicales debería seguir un poco la línea de “lo Beatle”,
quienes una vez que tuvieron reconocimiento y dinero para hacerlo, se
sentaron tranquilamente en el estudio a sacarse lo mejor que tenían
y lograron cosas fabulosas. En el caso de Soda, no fue diferente. Los
noventa, la mejor época en la historia de la música (estoy listo
para el debate) proporcionó a Cerati, Bosio y
Alberti la posibilidad de acceder a equipos que complementaban su
trabajo tan naturalmente como lo haría una batería, un bajo o la
mítica Jackson azul del maestro, siendo Charly (según
cuenta la historia) quien introdujo al equipo con estas nuevas formas
de crear y producir. Si bien Dynamo es con cada año que pasa
una obra top de la música latinoamericana no folclórica, en mi
parecer Sueño Stereo es el epítome de la integración de
sámplers, cajas de ritmo, pedales y programaciones. Es una jodida
delicia cerrar los ojos y escuchar nota a nota cada uno de los temas
de su último disco de estudio; violoncelos, guitarras eléctricas,
MPCs, la voz vegetal de Gustavo, el bajo divino de Zeta, la
bataca seca y precisa de Charly...
Estoy
moviéndome lentamente
Lo que
sucedió con Cerati en solitario está de más que lo detalle, su
carrera será recordada siempre como una de las más prolíficas
artísticamente hablando, siendo una de las razones su capacidad de
mantener oídos abiertos como antenas parabólicas a lo que el mundo
le ofrecía en ese momento. Todos celebramos Ahí Vamos por ser la
vuelta a la distorsión, al sonido rock que tanto le admiramos en su
etapa de trío, pero poco se habla del caviar que resultó ser Siempre es Hoy, en palabras de su hijo Benito (y coincido
TOTALMENTE): “el pico creativo de Gustavo Cerati”; te lo
puedes escuchar mil veces y no se encontrará otra cosa que buen gusto
en cada arreglo, cada sample elegido y de nuevo, la integración de
la tecnología para lograr un sonido limpio, poderoso, único. El
artista musical en todo su esplendor se dio acá.
La
presencia ausente
El
camino transitado por Cerati fue dejando tras de sí la invaluable
certeza de una identidad propia en todos sentidos. En cada nueva
iteración, en el sonido replanteado disco a disco seguía siendo él
a pesar de la reinvención. Nada que sea difícil de notar, la propiaMercedes Sosa (diosa absoluta de la canción) le calificó
como “alguien con una voz muy particular” sin falta de razón, el
timbre y las inflexiones a la hora de hablar y cantar le hicieron una
de esas rara avis a quienes es imposible sustituir (guardando
distancias, como el inmenso Freddie Mercury o el inconfundible
Michael Jackson). A diez años de su partida física aun
resuena en mí su voz, permanecerá ahí cada sílaba en las más
de centenar y medio de canciones que integran su legado infinito,
aunque surge de pronto una inesperada situación con la que miles de
fans de todo Latinoamérica ponen a prueba el eterno deseo de seguir
escuchándolo pugnando por desvelar material inédito, solo que esto
de oír algo nuevo parece que se ha salido de las manos y la razón es
la tecnología de una forma que jamás antes se había visto. ¿Qué
habría pensado Gustavo al respecto?
El
tropo común es la tecnología creciendo a pasos agigantados. Hace
no más de dos años las conversaciones con ChatGPT o las virguerías
visuales procesadas en Dall-e u otras plataformas de procesamiento
visual pusieron sobre la mesa la última instancia sobre la cual el
ser humano podría diferenciarse de las máquinas: el arte. Aquel
popularísimo diálogo de Will Smith en la película Yo
Robot (2004) donde el humanoide Sonny es cuestionado sobre
si es capaz de convertir un lienzo en una obra maestra o escribir una
sinfonía este último responde lapidariamente: “¿Usted
puede?”, podría maliciosamente aplicarse a cualquier ser
humano hoy y no aprobarlo ni de chiste. Del test de Turing ni hablar.
Sobre las mismas líneas, el detective Spooner afirma: “Incluso
los perros tienen sueños, pero tú no, eres solamente una máquina”.
A día de hoy, sin afán de ser grosero ni cruel, preguntaría
¿Quiénes en realidad tienen sueños?
Lo de
tomar textos para hacerlos pasar como originales o generar imágenes
fabulosas basadas en estilos artísticos de cualquier tiempo era ya
bastante impresionante, pero lo que está sucediendo el área de la
música es verdaderamente escandaloso, aunque no debería extrañar,
pues a fin de cuentas, qué otra cosa son las notas y la composición
musical sino la sublimación intelectual de las matemáticas... Dicho
de esa manera, con los algoritmos indicados, suficiente poder de
procesamiento y una base de datos prácticamente infinita han
aparecido lo que extraoficialmente llamaré sintetizadores de
composición musical (SCM), capaces de replicar voces humanas con
tal fidelidad que es casi imposible diferenciarlas de voz viva, lo
mismo con instrumentos y lo más perturbador: creación de canciones
(en su totalidad, es decir, desde la composición, arreglos, canto y
ejecución) con el estilo de quien se plazca. Es por eso que escribí
este artículo.
Mi
mejor amiga ceratiana me mandó el video anterior y mis reacciones
pasaron por la sorpresa, una profunda nostalgia, el placentero
momento de sentir la voz del maestro una vez más en palabras nuevas
y después... nada. Es su voz, es su forma de interpretar, son los
colores en sus metáforas, los estribillos son él, pero al mismo
tiempo no. El clon revela su artificialidad inevitablemente, así con
la avalancha de temas generados hasta la fecha, ya he perdido la
cuenta, podría salir una canción nueva literalmente cada minuto,
sonando a Cerati pero careciendo de alma, la esencia perdida en el
morbo de querer tenerlo al oído de vuelta. Mencioné algunos
párrafos atrás las particularidades en su voz y es impresionante
cómo estas IIAA las reproducen milimétricamente. La forma de
ejecutar coros, el vigor en los agudos, la profundidad de sus graves,
lo ya mencionado respecto a las maneras de componer, es todo
abrumadoramente perfecto.
Igual
que con las ilustraciones hechas por máquinas, tras dos o tres temas
comienza uno a identificar el patrón meticulosamente aplicado. De
inicio, tanto para ojos como para el oído, estas cosas logran
embelesar con su supuesta perfección, sin embargo la falta de
sutilezas, el hecho de que un fan acérrimo (modestia aparte) pueda
detectar sonidos propios de la época sónica de la que se extrajo o
incluso poner en discusión si determinados temas o palabras hubieran
sido utilizados* son factores que obligan a la mesura y por qué no,
al desencanto.
Más
allá de la maravilla tecnológica ¿Es válido hacer esto desde un
punto de vista moral? Y... el rollo inicial de este texto alude al
tiempo que le tomó a Gustavo Cerati tanto en solitario como en la
etapa con Soda desdoblarse hasta convertirse en el mito que es hoy
día, el proceso natural de vivencias y su propia cosmovisión,
filosofía de trabajo se plasmó con cada tema en cada disco. Con aquello de que “No hay nada más humano que usar máquinas”
él se defendía de las críticas recibidas en su etapa de Ocio
y Roken**, de los cuales la gente renegó de su total despegue
del sonido rock con el que se le identificó por años cambiando por
completo lo que presentaba en vivo por aquellos años, llegando a
catalogarse como parte de un descarado “laptop dúo” junto
con el finado Flavio Etcheto, a quien por cierto le debemos
hermosos arreglos para trompeta dentro de algunos temas en Sueño
Stereo, Bocanada y
Siempre es Hoy, entre otros. Bajo este argumento, el uso de
herramientas no es motivo de ningún juicio ético, el asunto es que
la herramienta se vuelva también el ejecutante y eso a mí me parece
de una aberración razonablemente cuestionable, especialmente para
quienes están sacando provecho con vistas y likes en las
plataformas donde se han estado distribuyendo. A diferencia de las
bandas de covers, tan extendidas en el mundo y que en México y el
resto del continente se encargan de mantener vivo el legado de los
artistas que homenajean, las canciones generadas con IA no exigen
esfuerzo de nadie ni requieren algún talento especial en su
ejecución. La maravilla de ser lo que son no la desestimo, pero va a
depender de quien las escuche si le seguirán dando el protagonismo
que no merecen, la obra del artista ya ha sido hecha y al menos hasta
el día de hoy ninguna de las composiciones, con todo y que en
teoría, científicamente hablando se pueda afirmar que no hay nada
que indique que no sea Cerati, con todo y eso, ninguna ha logrado
hacer algo mínimamente superior al material original, al creado en
cuerpo, alma y tiempo del maestro. Hay vacíos que no se pueden
llenar, así de simple. Elijo quedarme con aquel tema maravilloso de gran Leandro Fresco (memorable dentro del team Cerati solista) donde las notas de su guitarra parecen saludar desde un lugar mejor, más lejano. Su voz real se ha apagado y por eso sigue resonando en nosotros.
*
Encontré algún tema donde abiertamente se habla de muerte o
suicidio, algo que jamás habría mencionado Gustavo en ninguna de
sus canciones.
**
Proyectos paralelos a su carrera solista pero que no consideró parte
de su línea principal de discos, pues se trataba de experimentos
sonoros más apegados a la electrónica y el sampleo.
El
sagrado trance de lectura a veces provoca reacciones que trascienden
lo intelectual, en ocasiones lo espiritual o a veces ambos, como es
el caso de Persona Normal, de Benito Taibo. Perdido durante más de
un año bajo la llanta de refacción de mi carro, tuvo que ser una
cita de servicio técnico con la agencia lo que recordó el
compromiso de lectura con alguien que seguramente puso en mí cierta
esperanza de aprecio respecto a lo que me encontraría en aquel texto
y dicho así, además ya con el resabio de haberlo terminado, amerita
lanzar ese lugar común que reza: las cosas pasan por algo, este
era el momento para leerlo.
Sebastián
es un chico de doce años que ha perdido a sus padres justo en ese
momento de la vida donde se hace más importante tenerlos, aunque
bueno, lo justo sería decir que toda la vida es una medida más
exacta para eso... Esto no es ningún espóiler que vaya a arruinar
la experiencia de lectura, es algo que sucede en las primeras diez o
quince páginas y que condiciona el resto de lo que vendrá, en
especial con quién deberá vivir el protagonista al menos hasta que
sea mayor de edad. En otro dato espoileroso, será el famoso tío
Paco quien se haga cargo del chico quién sabe por qué, dado que
este señor tiene la reputación en su familia de ser alguien más
bien con pensamiento y forma de vida jipioso, un fulano con quien
casi nadie en sus cinco sentidos encargaría a un adolescente, menos
en la situación tan vulnerable en la que se encuentra, sin embargo,
para fortuna de Sebastián, su tío resulta ser un maravilloso ser
humano a quien el lector rápidamente asignará el calificativo de
“ángel” tanto por su nobleza como por su compromiso con sus
propios ideales y el afán genuino de mostrarle la maravilla de vivir
a su queridísimo sobrino aún a costa de muchas críticas y
encontronazos con medio mundo.
Persona
Normal es entrañable desde la primera página y permanece así hasta
la última palabra sin el pecado de ser cursi, de hecho no lo es en
ningún momento. Es el tipo de libro que por supuesto recomendarías
a alguien que no tiene el hábito de la lectura y quiere algo con lo
qué empezar, igualmente si es niño, adolescente o adulto la novela
es corta, sólida y muy humana. Acompañar el crecimiento del chico
en tanto llueven referencias a obras clásicas de la literatura
universal es un deleite, aunque si alguna exigencia tiene que haber,
podría ser que para el avezado en estos menesteres mucho de lo que
se cita son lugares comunes, la verdad es que no podían ser más
atinados y dan al clavo con cada situación capítulo tras capítulo,
que además de todo son cortísimos, lo que da sensación de avance
en una estructura de obra nada compleja que privilegia lo lúdico
sobre lo complejo.
La
magia de leer, el privilegio de vivir, la bendición de poder pensar
son sabores presentes en este libro súper recomendado para compartir
con aquellos a quienes realmente queramos dar un presente cuyo sabor
dure toda la vida.