Por: Gustavo Torres G.
“No hay nada más humano que usar máquinas”, dijo alguna vez el maestro Cerati respecto a una pregunta relacionada a la polémica en el uso (para algunos) excesivo de tecnología en presunta sustitución de instrumentos musicales. Para muchos, la música no es tal o pierde valor si no hay sudor de por medio, cualquiera que sea el género, sin embargo, la adelantada y artística mente de personas como el ya mencionado astro argentino debería ser tomada en cuenta para pensar dos veces antes de emitir cualquier juicio visceral. Desde un punto de vista artístico los instrumentos utilizados para generar sonidos son eso, instrumentos, herramientas para traducir contenido emocional e intelectual de modo que no solo muevan las ondas sonoras en el aire, sino que lo hagan de tal modo que produzcan tal o cual experiencia a quien escucha y es capaz de procesar de acuerdo a sus recursos alternativos (cultura, edad, situación socioeconómica, historia de vida, contexto en general), de ahí que “el gusto se rompe en géneros”. De la misma forma en que un canto yodel podrá parecer al oído popular occidental una forma de ejecutar música curiosa e interesante, el apego a los escuchas en su lugar de origen trascederá a algo más allá de “falsetes chistosos”.
Disco eterno
¿Pero a qué viene todo esto? Mi postura respecto a la tecnología en la música es la misma que Cerati: debe estar uno abierto a experimentar, tomar o desechar según haya oportunidad, la música será música independientemente de la forma en cómo se ejecute. Cuando Soda Stereo era ya una banda de rock-pop consolidada por ahí de finales de los ochenta con discos tan míticos como Signos, Doble Vida, o el apoteósico y rockerísimo Canción Animal, el siguiente paso para la banda fue el lógico: irse a algo diferente. Hubiese sido absurdo quedarse en el sonido de De Música Ligera, Sueles Dejarme Solo o 1,000,000 de Años Luz, que si bien a día de hoy siguen sonando como auténticas aplanadoras (mucho más las versiones en vivo), el éxito para los grupos musicales debería seguir un poco la línea de “lo Beatle”, quienes una vez que tuvieron reconocimiento y dinero para hacerlo, se sentaron tranquilamente en el estudio a sacarse lo mejor que tenían y lograron cosas fabulosas. En el caso de Soda, no fue diferente. Los noventa, la mejor época en la historia de la música (estoy listo para el debate) proporcionó a Cerati, Bosio y Alberti la posibilidad de acceder a equipos que complementaban su trabajo tan naturalmente como lo haría una batería, un bajo o la mítica Jackson azul del maestro, siendo Charly (según cuenta la historia) quien introdujo al equipo con estas nuevas formas de crear y producir. Si bien Dynamo es con cada año que pasa una obra top de la música latinoamericana no folclórica, en mi parecer Sueño Stereo es el epítome de la integración de sámplers, cajas de ritmo, pedales y programaciones. Es una jodida delicia cerrar los ojos y escuchar nota a nota cada uno de los temas de su último disco de estudio; violoncelos, guitarras eléctricas, MPCs, la voz vegetal de Gustavo, el bajo divino de Zeta, la bataca seca y precisa de Charly...
Estoy moviéndome lentamente
Lo que sucedió con Cerati en solitario está de más que lo detalle, su carrera será recordada siempre como una de las más prolíficas artísticamente hablando, siendo una de las razones su capacidad de mantener oídos abiertos como antenas parabólicas a lo que el mundo le ofrecía en ese momento. Todos celebramos Ahí Vamos por ser la vuelta a la distorsión, al sonido rock que tanto le admiramos en su etapa de trío, pero poco se habla del caviar que resultó ser Siempre es Hoy, en palabras de su hijo Benito (y coincido TOTALMENTE): “el pico creativo de Gustavo Cerati”; te lo puedes escuchar mil veces y no se encontrará otra cosa que buen gusto en cada arreglo, cada sample elegido y de nuevo, la integración de la tecnología para lograr un sonido limpio, poderoso, único. El artista musical en todo su esplendor se dio acá.
La presencia ausente
El camino transitado por Cerati fue dejando tras de sí la invaluable certeza de una identidad propia en todos sentidos. En cada nueva iteración, en el sonido replanteado disco a disco seguía siendo él a pesar de la reinvención. Nada que sea difícil de notar, la propia Mercedes Sosa (diosa absoluta de la canción) le calificó como “alguien con una voz muy particular” sin falta de razón, el timbre y las inflexiones a la hora de hablar y cantar le hicieron una de esas rara avis a quienes es imposible sustituir (guardando distancias, como el inmenso Freddie Mercury o el inconfundible Michael Jackson). A diez años de su partida física aun resuena en mí su voz, permanecerá ahí cada sílaba en las más de centenar y medio de canciones que integran su legado infinito, aunque surge de pronto una inesperada situación con la que miles de fans de todo Latinoamérica ponen a prueba el eterno deseo de seguir escuchándolo pugnando por desvelar material inédito, solo que esto de oír algo nuevo parece que se ha salido de las manos y la razón es la tecnología de una forma que jamás antes se había visto. ¿Qué habría pensado Gustavo al respecto?
El tropo común es la tecnología creciendo a pasos agigantados. Hace no más de dos años las conversaciones con ChatGPT o las virguerías visuales procesadas en Dall-e u otras plataformas de procesamiento visual pusieron sobre la mesa la última instancia sobre la cual el ser humano podría diferenciarse de las máquinas: el arte. Aquel popularísimo diálogo de Will Smith en la película Yo Robot (2004) donde el humanoide Sonny es cuestionado sobre si es capaz de convertir un lienzo en una obra maestra o escribir una sinfonía este último responde lapidariamente: “¿Usted puede?”, podría maliciosamente aplicarse a cualquier ser humano hoy y no aprobarlo ni de chiste. Del test de Turing ni hablar. Sobre las mismas líneas, el detective Spooner afirma: “Incluso los perros tienen sueños, pero tú no, eres solamente una máquina”. A día de hoy, sin afán de ser grosero ni cruel, preguntaría ¿Quiénes en realidad tienen sueños?
Lo de tomar textos para hacerlos pasar como originales o generar imágenes fabulosas basadas en estilos artísticos de cualquier tiempo era ya bastante impresionante, pero lo que está sucediendo el área de la música es verdaderamente escandaloso, aunque no debería extrañar, pues a fin de cuentas, qué otra cosa son las notas y la composición musical sino la sublimación intelectual de las matemáticas... Dicho de esa manera, con los algoritmos indicados, suficiente poder de procesamiento y una base de datos prácticamente infinita han aparecido lo que extraoficialmente llamaré sintetizadores de composición musical (SCM), capaces de replicar voces humanas con tal fidelidad que es casi imposible diferenciarlas de voz viva, lo mismo con instrumentos y lo más perturbador: creación de canciones (en su totalidad, es decir, desde la composición, arreglos, canto y ejecución) con el estilo de quien se plazca. Es por eso que escribí este artículo.
Igual que con las ilustraciones hechas por máquinas, tras dos o tres temas comienza uno a identificar el patrón meticulosamente aplicado. De inicio, tanto para ojos como para el oído, estas cosas logran embelesar con su supuesta perfección, sin embargo la falta de sutilezas, el hecho de que un fan acérrimo (modestia aparte) pueda detectar sonidos propios de la época sónica de la que se extrajo o incluso poner en discusión si determinados temas o palabras hubieran sido utilizados* son factores que obligan a la mesura y por qué no, al desencanto.
Más allá de la maravilla tecnológica ¿Es válido hacer esto desde un punto de vista moral? Y... el rollo inicial de este texto alude al tiempo que le tomó a Gustavo Cerati tanto en solitario como en la etapa con Soda desdoblarse hasta convertirse en el mito que es hoy día, el proceso natural de vivencias y su propia cosmovisión, filosofía de trabajo se plasmó con cada tema en cada disco. Con aquello de que “No hay nada más humano que usar máquinas” él se defendía de las críticas recibidas en su etapa de Ocio y Roken**, de los cuales la gente renegó de su total despegue del sonido rock con el que se le identificó por años cambiando por completo lo que presentaba en vivo por aquellos años, llegando a catalogarse como parte de un descarado “laptop dúo” junto con el finado Flavio Etcheto, a quien por cierto le debemos hermosos arreglos para trompeta dentro de algunos temas en Sueño Stereo, Bocanada y Siempre es Hoy, entre otros. Bajo este argumento, el uso de herramientas no es motivo de ningún juicio ético, el asunto es que la herramienta se vuelva también el ejecutante y eso a mí me parece de una aberración razonablemente cuestionable, especialmente para quienes están sacando provecho con vistas y likes en las plataformas donde se han estado distribuyendo. A diferencia de las bandas de covers, tan extendidas en el mundo y que en México y el resto del continente se encargan de mantener vivo el legado de los artistas que homenajean, las canciones generadas con IA no exigen esfuerzo de nadie ni requieren algún talento especial en su ejecución. La maravilla de ser lo que son no la desestimo, pero va a depender de quien las escuche si le seguirán dando el protagonismo que no merecen, la obra del artista ya ha sido hecha y al menos hasta el día de hoy ninguna de las composiciones, con todo y que en teoría, científicamente hablando se pueda afirmar que no hay nada que indique que no sea Cerati, con todo y eso, ninguna ha logrado hacer algo mínimamente superior al material original, al creado en cuerpo, alma y tiempo del maestro. Hay vacíos que no se pueden llenar, así de simple. Elijo quedarme con aquel tema maravilloso de gran Leandro Fresco (memorable dentro del team Cerati solista) donde las notas de su guitarra parecen saludar desde un lugar mejor, más lejano. Su voz real se ha apagado y por eso sigue resonando en nosotros.
Presencia ausente: I.A. vs Cerati © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International
** Proyectos paralelos a su carrera solista pero que no consideró parte de su línea principal de discos, pues se trataba de experimentos sonoros más apegados a la electrónica y el sampleo.
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