Say no more!
Análisis y crítica al documental de Netflix Rompan todo (y a los criticones del mismo)
Por: Gustavo Torres G.
20 de enero de 2021
Empezar el 2021 sin serie de cabecera no es bueno para nadie, especialmente para quienes estamos habituados al entretenimiento electrónico y pagamos puntualmente la mensualidad de nuestro servicio de streaming favorito, digo, ¿para qué pagar por algo si no me va a ofrecer contenido de calidad? Entre las muchas opciones para desquitar la inversión, los documentales con tema musical suelen ser bastante aceptables, genéricos, de fórmula, pero aceptables; el nivel de producción de Netflix en gran parte de los productos visuales de ese tipo que ofrece desde hace ya varios años suele ser impecable, pero faltaba algún tipo de retribución para los miles de suscriptores que crecimos entre los 80s y 90s.
De entrada, tenía mis dudas, sabía que habría algún tipo de tendencia, dado que parte de la producción correspondía al legendario Gustavo Santaolalla, nada en su contra, pero es un dato que debe tenerse en cuenta cuando se ve la miniserie Rompan todo: historia del rock en América Latina. Una vez que se ve, es necesario hablar de algunas cosas.
Sobre los orígenes
El trabajo investigativo de quien haya estado involucrado en el proyecto de este documental es digno de respeto, el cuidado que le pusieron al delicado asunto de la objetividad a la hora de cumplir como registro verdaderamente histórico, sorprende por su ocasional frialdad, y no porque haya narrador o algún hilo conductor que pretenda ser imparcial, sino porque el presupuesto alcanzó para entrevistar a cada uno de los artistas que se van nombrando en cada etapa (obviamente, los finados aportan desde la crestomatía, inteligentemente editados, he de decir).
Desde el inicio, la brújula tiene bien claro dos destinos inevitablemente importantes para lo que después sería conocido como Rock en tu idioma: México y Argentina, el segundo con Buenos Aires como epicentro del acontecer musical sureño; el primero, mostrando atinadamente el gigantesco país que es, reconociendo no solo al extinto Distrito Federal como lugar de generación rockera, sino que extiende merecidamente la visión hasta Jalisco, Tijuana y Monterrey, con su mítica Avanzada Regia y el brutal aporte creativo que se dio en los 90 como parte de la explosión creativa que los melómanos gozamos toda esa década y ya entrado el nuevo milenio.
Personalmente, respeto lo que significaron figuras como Enrique Guzmán, Angélica María (que no aparece en el documental), Alberto Vázquez (tampoco aparece), los Teen Tops y algunos otros tantos que abrieron la feliz posibilidad de hacer rock and roll en nuestro idioma, pero debo confirmar como cierta la queja que hace el señor Guzmán y otro señor que no identifico, en relación a que se les acusa de haber sido “meros copiones”, que prácticamente todo su repertorio consistía en cóvers (con bastantes permisos literarios, diría) y que básicamente su única aportación fue la de traducir. Me parece cierto, pero reitero, sin ellos abriendo la puerta, la historia hubiese cambiado por completo, sin embargo no considero que hayan tenido ese pequeño gran detalle que es tener originalidad o identidad, pues argumentan haberle puesto “sabor mexicano” a su música, pero homenajeando al gran Dtoke: “coverear está bien, pero nadie se construye así una carrera completa”1 (¡barras, barras!).
No cabe duda que los extremos geográficos de Latinoamérica fueron determinantes para el futuro del rock en castellano, pero es justamente la redundancia en ese abordaje el que carcome la credibilidad del programa más adelante...
Sobre el asunto sociocultural del rock
Atribuía la frase “rompan todo” al inconmensurable Charly García. Oh, equivocación. Resulta que le perteneció a Billy Bond, otrora símbolo de la anarquía juvenil argenta de los años 70. Me parece acertadísima la elección del título de la serie dada las circunstancias en las que se generó, además que engloba perfectamente la intención de proyectar al rock como símbolo de rebeldía, de la juventud y su legítimo deseo de cambio, el resto de episodios va de eso y está perfecto. Bueno, está bien. Bueno, no tanto. Explico: siendo benévolo, concedería dos y medio capítulos, tal vez tres, como excelentes referencias de lo que pasaba en Latinoamérica a nivel social y las implicaciones que tuvo la música popular juvenil desde 1960 hasta 1980, tal vez.
La cosa es que conforme avanzan los capítulos, la rigurosidad en el tratamiento de la información parece disminuir y cada minuto parece un collage inconexo entre lo que pasaba en las calles y los grupos o músicos que reflejaban el fervor del momento, aun así, no me parece un despropósito del todo, pero lo explicaré más adelante. Queda clara la influencia norteamericana y británica en términos artísticos, pero se deja de decir mucho en relación a la forma de pensamiento de algunas figuras emblemáticas, así como el trasfondo de temas que marcaron a generaciones enteras. En mi opinión, un par de temporadas más tratando este tipo de cosas vendrían muy bien para cerrar algo que se ha vuelto una opinión generalizada por internet en las últimas semanas y es que la serie se siente corta, apresurada, como decía, el hilo de lo histórico agotó su carrete antes del cuarto capítulo, y eso desalma al trabajo hacia el final, que paradójicamente, representa la parte más interesante del relato, porque por fin aparecen las bandas y figuras que le dieron cara al movimiento en todo el continente, pero una vez más, se siente una suerte de desconexión entre lo que sucedía en los escenarios y el calor de mediodía en los asfaltos de Quito, Caracas, Lima y tantas otras latitudes que por lo visto no existieron nunca para los responsables del Rompan...
Lo bueno y muy bueno
Es emocionante, mucho. Llegué al punto de las lágrimas y el puchero alimentado por la nostalgia varias veces, fue muy sabroso. Para los de mi edad, ver reconocido, legitimado, estudiado el movimiento musical de la época en la cual crecimos, es totalmente una graduación, una confirmación prácticamente certificada para los grandes públicos, la certeza de que existimos como jóvenes en un tiempo que fue hermoso/ que fui libre de verdad2… Es un trancazo al corazón, en verdad; esta máquina del tiempo que es la música revive con cada entrevista en voz de sus protagonistas, ver por ejemplo al enorme Javier Bátiz platicando cómo se convierte en maestro de Carlitos Santana, así chiquito, es una gozada, lo mismo cuando dice que le hubiese encantado conocer en persona a Gustavo Cerati: “¡era un extraterrestre!” ¡dice con una ternura!
Señor, ¿quiere ser mi abuelo?, dije en voz alta frente a la tele. Javier Bátiz es una auténtica vaca sagrada del rock y soul en español, pero no tenía idea que fuera tan humilde. Lo quiero, más todavía.
Netflix le puso varo, mucho, se nota en los valores de producción. La edición y posproducción de Rompan todo es espectacular, justa para el tipo y tamaño de proyecto, perfecta para los tiempos que corren, al nivel o más alto de lo que se ha hecho en cosas similares para música en inglés u otro idioma.
Muchos momentos son emocionantes porque recogen material inédito; yo, siendo fan de hueso colorado de Soda Stereo y Cerati, me sorprendí más de una vez con imágenes y clips que jamás había visto (y he visto mucho), lo mismo con otros tantos personajes. Luis Alberto Spinetta (santo padre del rock como arte), Charly García (su mero patrón), Gustavo Cerati (un ángel eléctrico), David Lebón (genio infravalorado), Pedro Aznar (último titán argentino de pie y con dignidad) Saúl Hernández (necesitamos que vuelva), Julieta Venegas (me quiero casar con ella), Sabo Romo (tan insoportable como siempre), Adrián D´Árgelos (genial, as usual), Andrea Etcheverri (diosa ABSOLUTA), Zeta Bosio (tipazo, digan lo que digan), Charly Alberti (reservado, como debe ser), Patricio Rey y los redonditos de Ricota (sí, ellos), Los Prisioneros, Beto Cuevas con y sin La Ley (pero con mucho rímel3), La Maldita Vecindad (La Bendita, son unos dioses), Café Tacvba, Neón, Control Machete, Plastilina Mosh (el mundo es mejor gracias a ellos), Los Tres, Illya Kuriaki, Dante Spinetta, Pappo Blues, Andrés Calamaro (lúcido, encantador), el Mtv de los 90 y otros muchos tantos aparecen a lo largo de los seis episodios en que se divide la serie. Es un deleite, no hay duda.
Lo malo, lo peor y lo imperdonable
Las críticas más severas dicen que es un “Santaolalla and friends” o “Cómo Santaolalla se autonombra el máximo prócer del rock en español”, o en el mejor de los casos “Santaolalla y los grupos que le gustan”, y ¿saben qué?, en muchos aspectos, tienen razón. Como he dicho al principio, el hecho de que Gustavo haya sido productor de esto parece haber parcializado u orientado sobremanera el producto final. Okey, fue productor de algunas de las bandas más importantes de todos los tiempos, como los tacvbos o La Maldita, pero su trascendencia en la música, aunque es innegable (multitud de premios de todos colores y sabores, entre ellos, un óscar4) para efectos y objetivos en la escencia del documental, me parecen totalmente fuera de lugar, él mismo y sus bandas no aportaron un pepino a la escena de manera directa, y el colmo es cuando muestran fragmentos de “El Mareo” con Bajofondo Tango Club5 como si hubiesen significado algo para el rock. Es muy duro, no sé si hasta grosero de mi parte, pero creo que el resto estará de acuerdo conmigo, sobre todo cuando a Patricio Rey apenas se le dan tres minutos, casi por compromiso, solo porque no podía faltar, con lo que ha significado para legiones enteras de seguidores, casi a nivel religioso, aspecto social que no se atrevió a tocar el documental. ¿Y Spinetta? ¿Cómo mierdas es más importante para el rock Santaolalla que Spinetta? ¿Y Charly? ¿Y Gustavo, el que sí es importante? ¿Y Cecilia Toussaint? ¿Y Kenny, la de los eléctricos? ¿Por qué se pone Fito Páez como un mero relator cuando es EL genuino genio del pop? ¿Por qué ni aparece María Gabriela Epumer y el mito en que se convirtió? ¿Y Carlos Baglietto? ¿Por qué ni se menciona a Los Héroes del Silencio o a Enrique Búnbury? ¿Y la Unión? ¿Por qué es más pinche importante un grupo caguengue como Nacha Pop o los anodinos de Radio Futura por sobre mitos como Mecano? Sí, dirán que Mecano es totalmente pop, pero también la línea de esta docuserie estaba marcada desde el principio por la trascendencia social y la responsabilidad de los artistas para con su contexto político y temporal ¿no? Mecano es tan o más importante para la música en español en los años 80 como el que más en su contraparte rockera y apenas se le menciona una vez, queda claro que se puede tapar el sol con un dedo.
Para colmo, el inmamable de Fher y su grupo cumbiero (sí, Maná) salen a decir que su mérito ha sido vender discos y llenar estadios. Hijos de su verde y sombrera madre… primero quítenle la toronja de la boca, se atreve a decir con total cinismo “¿a quién le importa que sea o no rock lo que tocamos?”. Vaya, hasta se extrañó la voz y presencia de León Larregui. Así las cosas.
Nada de lo que acabo de decir y preguntar quita mérito al programa, es bueno, en el balance, el corte de caja, termina con ganancia, pero no se puede negar el consenso en relación a las lagunas de contenido que son súper evidentes para quienes amamos la música en nuestro idioma. Los flashazos sobre la persona de Gustavo Cerati, acaso el artista más trascendente e influyente para el rock del continente saben a insuficientes para el tamaño de personaje que fue, es y será, lo mismo para los otros dos grandes, el Flaco y Charly.
Hay países que ni se mencionan, esas omisiones sí que son graves; soy mexicano y sentí vergüenza al ver que más de la mitad del tiempo de los últimos tres capítulos están casi por completo dedicados a la escena argentina y mexicana, ¿y Brasil? ¿Y Uruguay? ¿No son parte de Latinoamérica?
¿Recuerdan la escena aquella de Endgame donde se agrupan todas las heroínas? Pues así de forzado se siente la inclusión del tema “mujeres” en el documental, no porque se tenga que incluir a fuerza, sino porque no es para nada escasa la información, las artistas, la trascendencia de las mujeres en la historia del rock en español, pero acá parece una mera curiosidad. Esto sí que es imperdonable.
El secreto entre los dos, es que nunca volverá…
Se agradece, sin duda, el esfuerzo por generar contenidos de calidad con temas como este, y veo con ojos de esperanza que el éxito que aparentemente ha tenido, de acuerdo con la cantidad de reproducciones en su plataforma de origen, de pie a más contenido con esta temática, y es que también el apartado de “evolución” del rock en español queda difuso, equivocado incluso, se llega a mencionar al rap o la música urbana como sucesoras. Un disparate, en mi opinión, en fin…
Si bien hay muchísimas cosas que seguir analizando, vale recordar que se trata de un mero producto de entretenimiento, no una tesis doctoral, así que tranquilos, que seguramente se puede encontrar más profundidad y pasión en videos de particulares en YouTube, pero lo que no se le puede reclamar a Netflix, es escasez de compromiso y cosas bien manufacturadas, sobre todo en temas que no son su fuerte.
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1 En abril de 2019, la FMS en Argentina, una de las competencias de improvisación de rap más importantes del mundo, presentaba el enfrentamiento entre Papo y Dtoke, dos bestias del arte de las rimas; a Papo se le había acusado de defender el hecho de que este tipo de competencias debería hacerse con “batallas escritas”, es decir, priorizar libretos, casi como en la lucha libre y presentar números con resultados prácticamente pactados a priori, lo cual, en opinión de la aplastante mayoría, rompería la esencia del freestyle. Para no hacerla larga, en medio de una candente sesión de respuestas al momento, el viejo y retorcido colmillo del legendario ex campeón mundial Dtoke, apareció para dar uno de los versos más contundentes que se hayan visto en una competencia no escrita:
Todos pensamos una rima, esa es la receta,
¡pero nadie se escribe una canción completa!
No te puedes considerar parte del freestyle si crees que basta con mostrar lo que se escribe, así no es la cosa, por eso hago la referencia con los pioneros del rock en México, pues creo que valor histórico tienen, pero me resulta difícil darles mérito artístico si basaron toda su trayectoria en cantar temas de otros, arriesgando nada y adoleciendo de todo vestigio de creatividad, cosa que se corrigió, afortunadamente, generaciones más adelante.
2Fragmento de Canción para mi muerte, de Charly García.
3¿Es una fijación chilena, acaso? Ahí te hablan, Káiser.
4Además responsable del maravilloso soundtrack del videojuego para PlayStation 3 The Last of Us, una pasada. Hermoso hasta no poder más.
5Esta banda fusiona tango, candombe y milonga tradicional con ritmos pop bailables; El Mareo es su tema más conocido, eso porque la parte vocal estuvo a cargo de Gustavo Cerati, y cuando eso pasa, el mundo es maravilloso. En serio, escúchenlo o véanlo, produce placer. Garantizado.
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