sábado, 4 de enero de 2025

Comala en Streaming: comentarios sobre la adaptación de Rulfo al cine digital

 Por: Gustavo Torres Gómez

Es como el duelo: se parte de la negación, hay broncas internas qué solucionar, cierta negociación, la consabida depresión y al final no queda de otra más que aceptar. Está ya disponible en Netflix la última adaptación al cine (digital en este caso) de la más grande obra de la literatura mexicana en cualquier género: Pedro Páramo, del inmortal Juan Rulfo.

Supongo que pasó lo mismo para quienes admiramos tanto al autor como a su novela, desde que se anunció la primera reacción no pasó por lo positivo sino todo lo contrario o sea, ¿Cómo se atreven a intentar trasladar otra vez algo cuya naturaleza es totalmente literaria? Ya se había hecho tres veces en el pasado con resultados bastante cuestionables, en algunos casos hasta ridículos, como en la versión del 1967 donde a razón de quién sabe qué se puso de protagonista a John Gavin, actor gringo “de segunda” en palabras del mismísimo Ignacio López Tarso, lo que restó de la fuerza necesaria para retratar al cacique decentemente y dejó muy lejos la posibilidad de ver al personaje principal tal como la lectura es capaz de proyectar; en su lugar quedó en la pantalla un tipo bonito carente absoluto de las tablas necesarias, un trabajo de edición tan lamentable que se logran ver las “costuras” para medio subsanar el despropósito de la actuación del gringo y por último el casting mal aprovechado que en otras circunstancias pudo haber dado tal vez, una de las películas más memorables en los anales del cine nacional.

Pedro Páramo de ficheras

Vino luego la versión de 1976, de la cual me gustaría dar más opiniones positivas de las que merece pero es que... Ay, mi México. Tiene el encanto propio del cine de la época, con su tonalidad cromática, el uso de efectos de sonido artesanales en post-producción que son una gozada, pero ante esos elementos lo de pertenecer a la época dorada de las películas de ficheras le cobra factura, sin mencionar las “licencias literarias” que se toma, absolutamente innecesarias, antiestéticas y hasta vulgares, como la escena de la noche de bodas donde Doña Dolores Preciado, interpretada por Blanca Guerra regala un desnudo gratuito (o sea, gracias) y un momento de pena ajena con el brujo del pueblo cuyo tono es absolutamente ajeno a lo necesario para el momento, ni qué decir de lo que sucede entre los dos después... evítense el asco mejor. Lenta, sosa, de mal gusto, ridícula por episodios, esta obra dirigida por José Bolaños es una grosería escupida directamente a la figura de Juan Rulfo y por qué no, atole con el dedo para la población mexicana estúpida que dio pie a este tipo de bodrios.



La de 1981

Los ochenta tuvieron su Pedro Páramo con la actuación estelar de Claudio Brook, pero esa versión no he tenido oportunidad de ver, así que reservaré comentarios para mejor ocasión.

Ahora sí, la de Netflix de 2024

Ahora, a finales de 2024 Netflix toma el riesgo de hacer adaptaciones de dos monumentos literarios latinoamericanos: Pedro Páramo de Rulfo y Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, del primero opinaré en breve y del segundo espero poder librar la curiosidad por ver, dado que prefiero mantener en mi memoria y corazón los rostros, voces y paisajes que las letras me han dado.

Ver y escuchar la materialización de lo que ha estado tan encarnado en la memoria es fuerte. Resulta complicado aislar la emoción al ir desenterrando de la memoria los instantes que tejieron en la imaginación las palabras de Rulfo, tan justamente elegidas, con carga estética propia, de poesía incomparable. Sigue siendo imposible transformar en fotogramas frases como “Faltaba mucho para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un rato allí desfigurada, sin dar ninguna luz, y después fue a esconderse detrás de los cerros”. Todavía preguntan por qué Rulfo es quien es. Aconsejo ver alguna entrevista del maestro para guardarse su voz en el sistema y a partir de ahí cada cita que se lea tenga textura. De nada.

¿Cómo hacer entender a los no lectores que no es la trama lo intraducible al cine sino la experiencia lectora? Simplemente no hay comparación. En tanto el cine expresa su valor en el poder de la imagen, cómo es posible componer a cuadro con lenguaje propio lo que se quiere decir con o sin palabras, con ayuda o no del sonido, la literatura exige la estimulación intelectual de cada lector donde se manifiesta para poder ser comprendida en toda su dimensión, siendo paradoja en sí misma pues la aparente limitación de “únicamente usar palabras” es justo su mayor fortaleza, de ahí que se recree en la mente según la potencia y riqueza de pensamiento del mismo.

Dicho lo dicho, no se le debería exigir a una película darnos los matices de los que dispone un maestro como Rulfo en el uso de la palabra escrita, sino apuntar a las posibilidades narrativas desde sus propios recursos, dejando de lado la obra original dado que la confrontación no tiene sentido. Esta versión del director mexicano Rodrigo Prieto es única, tal vez la mejor que se haya hecho sobre el reconocido libro. Teniendo el respaldo presupuestal de Netflix, entendiendo esta misma que no se trata de cualquier historia sino de una de gran valía artística mundial, es notorio para cada toma el cuidado que se ha tenido en respetar la envergadura del libro no haciendo nada de más, siendo fieles hasta donde ha sido posible según el intento de calca (el orden de narración es prácticamente el mismo), tomando los diálogos tal cual se leen en el material original y dando la batuta a gente con camino recorrido a fin de garantizar la mejor película posible. En la pantalla se van dibujando los recuerdos de cada página leída con fidelidad, con poco para el reproche. Mientras en las películas del pasado se dio ambientación casi permanente de desolación, acá la oscuridad y la oportunidad de mostrar el realismo mágico en todo su esplendor se ha tomado con cautela pero exitosamente, cosa que fue imposible de hacer antaño debido a limitaciones tecnológicas. Ver los saltos temporales en la Comala efervescente del ayer, verde, llena de vida, luminosa, rebosante de la energía con el trajín de su gente para luego ir a la cálida oscuridad del presente en la piel de Juan Preciado es maravilloso. No recuerdo alguna otra obra cinematográfica de raíz mexicana tan espléndida visualmente. La escena de las almas en el centro del pueblo consumiendo en miedo a Juan es muy pero que muy bonita, de buen gusto, siendo el pretexto argumental perfecto para pasar de ahí en adelante a las voces en off de él y Dorotea en ese papel de narradores ya como muertos que se resignan a pasar la eternidad en las entrañas de un pueblo que parece no perder vigor a pesar de no tener a nadie vivo entre sus calles.

Ya déjate de miedos. Nadie te puede dar ya miedo. Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados” le dice Dorotea a Juan intentando calmarlo en su nueva condición de muerto. La genialidad de Rulfo en todo su esplendor y la inteligencia de Rodrigo Prieto para componer visualmente eso sin dejar de ser cine y sin perder la potencia literaria de origen. Un aplauso.

La perspectiva poética dentro del análisis de la realidad nacional en Pedro Páramo merece análisis mucho más sesudos que este, pero no deja conmover hasta las lágrimas (a mí me pasó, lo confieso) la integración de potentísimas líneas que aparentemente no contribuyen directamente al hecho cinematográfico, pero siendo tomado literalmente del libro, así en bruto, cobra un valor emocional brutal:

Las campanas dejaron de tocar; pero la fiesta siguió. No hubo modo de hacerles comprender que se trataba de un duelo, de días de duelo”*.

Es increíblemente disfrutable el trabajo de fotografía y sonido; la música de Gustavo Santaolalla es tan exquisita como siempre, justa, poderosa. A quien haya jugado The Last Of Us o visto la serie homónima en HBO entenderá al instante la idoneidad de haber elegido a este tipo para el ambiente que se quiso retratar.



Mis peros

Suma totalmente aquello de haber traducido al dedillo el libro, sin embargo también existen puntos flacos que merecen la pena ser señalados, vaya, que no es una película perfecta. Para empezar, el casting pudo haber sido un poco mejor, hay altibajos y hasta mentadas de madre al espectador mexicano específicamente, por ejemplo la participación de Julieta Egurrola y Roberto Sosa... ¿En serio? Digo, en ambos casos sus papeles pudieron haber sido dados a casi cualquier otro, especialmente el de ella, que interpreta a la abuela Preciado, papel menor; en el caso del Padre Rentería lo que hace Roberto es maravilloso pero mi queja va más en el sentido de pensar que la paleta de actores disponible para hacer cine mexicano debía estar ya a estas alturas totalmente renovada, nada más faltaba que pusieran a uno de los Bichir en el elenco. No sé si tiene que ver con la capacidad actoral o la falta de guía por parte del director, pero lo mostrado por Ari Brickman en su papel de Bartolomé San Juan y lo de Ishbel Bautista es de flojera, en el nivel de actuación de lo que se podría ver en cualquier telenoverla de Televisa. Todavía no logro emitir un juicio para el trabajo de Ilse Salas (Susana San Juan), igual porque creo que podría ser más un asunto de dirección que de capacidad actoral, dado que su personaje es la representación del abuso en toda su desgracia y esplendor, con lo contradictorio que pueda parecer la frase, siendo el contraste del impacto en pantalla lo que más choca pues su contraparte adolescente (Sarah Rovira) destaca por lo bien que se manejó frente a cámara.

El último acto no es malo realmente, sin embargo se hace corto el descenso progresivo del protagonista al morir Susana, lo que resta a la desolación con la que debería percibirse el último suspiro del cacique que transformó su dolor en muerte para todos, incluyendo la tierra bajo sus pies.

Conclusiones

No hay lugar a dudas, en la terna de filmes rulfianos este se lleva todos los honores, apenas arriba de El Gallo de Oro, descarte narrativo** del jalisciense que alcanzó a ver pantalla grande cobijado hermosamente por los inmensos talentos de Ignacio López Tarso y Lucha Villa (brillando como siempre) que solo “pierde” frente a la producción de Netflix porque esta última lleva una intención artística bastante marcada y superior, pero en ambos casos el espíritu del prócer de las letras mexicanas está imbuído con enorme respeto y gracia.

------------------

* Interpreté la noción de un México posrrevolucionario todavía creyendo que la lucha ha acabado cuando resulta evidente la inscosciencia en relación a la situación precarísima del país en todos los sentidos, especialmente en la identidad moral de la que poco se habla y mucho se padece.

** Rulfo nunca quiso que El Gallo de Oro se llevara a la pantalla grande debido a que la consideraba una obra inacabada, además de ser un texto realmente pequeño (se lee de una sentada en un par de horas si se tiene voluntad). Hay multitud de ensayos al respecto realizados por académicos y especialistas tanto de cine como de literatura y todos coinciden en el diagnóstico: Rulfo tenía razón. Tanto libro como película me siguen pareciendo maravillosos y me perece que dados los resultados, Netflix podría arriesgarse a hacer una nueva adaptación con los estándares de calidad actuales.

Comala en Streaming: comentarios sobre la adaptación de Rulfo al cine digital © 2025 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 

lunes, 30 de diciembre de 2024

Jumanji deslactosado: opiniones sobre El Sueño de Albión, de Roger Norman

Por: Gustavo Torres Gómez

El Fondo de Cultura Económica es uno de los pocos esfuerzos que hay en México para hacer llegar literatura a la población de manera que sea variada y accesible, siendo que en los últimos años la serie A la orilla del viento, de corte infantil, ha servido de catálogo sinceramente interesante para salir de los convencionalismos respecto a lo que normalmente se consideraría literatura "no adulta"; de aquí se desprende El Sueño de Albión, novela ligera de Roger Norman, autor inglés poco prolífico del que no puedo decir demasiado, pero aquí mi opinión sobre el texto en cuestión.

¿De qué trata?

Edward Yeoman ha llegado a vacacionar a Turnworth, una aldea de hálito absolutamente campirano en lo más profundo de Inglaterra. Por accidente descubre un juego de mesa sobre el que no tiene noción ni instructivo, pero sobre el cual una serie de eventos aparentemente fortuitos se van ocasionando sin mayor sorpresa que la de pensar que son obra de la casualidad, hasta que el protagonista y una serie de acompañantes se van dando cuenta del verdadero poder del tablero. El resto del libro irá desmarañando el esfuerzo de los personajes por dilucidar las verdaderas reglas del juego y quién es quién en los azares de cada partida.

Lo más o menos

Si fuese película, sería una muy palomera y seguramente producida por Hallmark Channel o como una muy mala miniserie de Netflix de apenas cuatro o cinco capítulos. No es un libro aburrido en su totalidad dado que de vez en cuando suelta nombre importantes para las piezas (Merlín, La Muerte, etc.) o suceden cosas medianamente interesantes como para seguir enganchado un poco más respecto a qué carambas es el juego y si realmente tiene poderes mágicos o no. Cada personaje tiene personalidad bien definida, aunque se antoja tibios, sin fuerza.

Lo malo

Nunca sucede nada verdaderamente emocionante, incluso el episodio de la epidemia de una enfermedad misteriosa parece poco para lo que en realidad es. El clímax parece nunca llegar, de hecho, para mi gusto no lo hace, dejando el sabor amargo de un libro completamente nublado y que levanta expectativas bastante rápido al inicio pero que no logra corresponder en el resto de la trama. El centro de la historia tendría que ir desarrollando las reglas del tablero sobre la cual se supone gira todo, pero las reglas van apareciendo cual deus ex machina y jamás ponen al lector al tanto de lo que se puede provocar con cada tirada de dados, así que se está a ciegas prácticamente todo el tiempo, leyendo sobre un juguete maravilloso del que nunca se tiene color ni forma. En algún momento hice el esfuerzo de pensarlo como uno de esos fabulosos tableros de Warhammer 40000 o algún derivado de Dungeons and Dragons, pero las escuetas descripciones al respecto hicieron insostenibles las teorías que me iba generando sobre la marcha. Se vuelve un registro de las preocupaciones de Yeoman en relación a lo que pasará si sigue jugando o le cede el tablero al señor Tyson.

¿Vale la pena?

No. Debe ser una de las decepciones del año tomando en cuenta que el catálogo del que forma parte me ha regalado experiencias de lectura entrañables, como en el caso de Peligro de Suerte o Los Fantasmas de Fernando, excelentísimas obras de autores mexicanos con harto corazón y pluma desenfadada. El Sueño de Albión solo merece bostezos y la segura recomendación al FCE de publicar más nuevos autores nacionales antes que presuntos clásicos contemporáneos de la más desabrida britania.


Jumanji deslactosado: opiniones sobre El Sueño de Albión, de Roger Norman © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 



sábado, 28 de diciembre de 2024

Presencia ausente: I.A. vs Cerati

Por: Gustavo Torres G.

No hay nada más humano que usar máquinas”, dijo alguna vez el maestro Cerati respecto a una pregunta relacionada a la polémica en el uso (para algunos) excesivo de tecnología en presunta sustitución de instrumentos musicales. Para muchos, la música no es tal o pierde valor si no hay sudor de por medio, cualquiera que sea el género, sin embargo, la adelantada y artística mente de personas como el ya mencionado astro argentino debería ser tomada en cuenta para pensar dos veces antes de emitir cualquier juicio visceral. Desde un punto de vista artístico los instrumentos utilizados para generar sonidos son eso, instrumentos, herramientas para traducir contenido emocional e intelectual de modo que no solo muevan las ondas sonoras en el aire, sino que lo hagan de tal modo que produzcan tal o cual experiencia a quien escucha y es capaz de procesar de acuerdo a sus recursos alternativos (cultura, edad, situación socioeconómica, historia de vida, contexto en general), de ahí que “el gusto se rompe en géneros”. De la misma forma en que un canto yodel podrá parecer al oído popular occidental una forma de ejecutar música curiosa e interesante, el apego a los escuchas en su lugar de origen trascederá a algo más allá de “falsetes chistosos”.

Disco eterno

¿Pero a qué viene todo esto? Mi postura respecto a la tecnología en la música es la misma que Cerati: debe estar uno abierto a experimentar, tomar o desechar según haya oportunidad, la música será música independientemente de la forma en cómo se ejecute. Cuando Soda Stereo era ya una banda de rock-pop consolidada por ahí de finales de los ochenta con discos tan míticos como Signos, Doble Vida, o el apoteósico y rockerísimo Canción Animal, el siguiente paso para la banda fue el lógico: irse a algo diferente. Hubiese sido absurdo quedarse en el sonido de De Música Ligera, Sueles Dejarme Solo o 1,000,000 de Años Luz, que si bien a día de hoy siguen sonando como auténticas aplanadoras (mucho más las versiones en vivo), el éxito para los grupos musicales debería seguir un poco la línea de “lo Beatle”, quienes una vez que tuvieron reconocimiento y dinero para hacerlo, se sentaron tranquilamente en el estudio a sacarse lo mejor que tenían y lograron cosas fabulosas. En el caso de Soda, no fue diferente. Los noventa, la mejor época en la historia de la música (estoy listo para el debate) proporcionó a Cerati, Bosio y Alberti la posibilidad de acceder a equipos que complementaban su trabajo tan naturalmente como lo haría una batería, un bajo o la mítica Jackson azul del maestro, siendo Charly (según cuenta la historia) quien introdujo al equipo con estas nuevas formas de crear y producir. Si bien Dynamo es con cada año que pasa una obra top de la música latinoamericana no folclórica, en mi parecer Sueño Stereo es el epítome de la integración de sámplers, cajas de ritmo, pedales y programaciones. Es una jodida delicia cerrar los ojos y escuchar nota a nota cada uno de los temas de su último disco de estudio; violoncelos, guitarras eléctricas, MPCs, la voz vegetal de Gustavo, el bajo divino de Zeta, la bataca seca y precisa de Charly...


Estoy moviéndome lentamente

Lo que sucedió con Cerati en solitario está de más que lo detalle, su carrera será recordada siempre como una de las más prolíficas artísticamente hablando, siendo una de las razones su capacidad de mantener oídos abiertos como antenas parabólicas a lo que el mundo le ofrecía en ese momento. Todos celebramos Ahí Vamos por ser la vuelta a la distorsión, al sonido rock que tanto le admiramos en su etapa de trío, pero poco se habla del caviar que resultó ser Siempre es Hoy, en palabras de su hijo Benito (y coincido TOTALMENTE): “el pico creativo de Gustavo Cerati”; te lo puedes escuchar mil veces y no se encontrará otra cosa que buen gusto en cada arreglo, cada sample elegido y de nuevo, la integración de la tecnología para lograr un sonido limpio, poderoso, único. El artista musical en todo su esplendor se dio acá.


La presencia ausente

El camino transitado por Cerati fue dejando tras de sí la invaluable certeza de una identidad propia en todos sentidos. En cada nueva iteración, en el sonido replanteado disco a disco seguía siendo él a pesar de la reinvención. Nada que sea difícil de notar, la propia Mercedes Sosa (diosa absoluta de la canción) le calificó como “alguien con una voz muy particular” sin falta de razón, el timbre y las inflexiones a la hora de hablar y cantar le hicieron una de esas rara avis a quienes es imposible sustituir (guardando distancias, como el inmenso Freddie Mercury o el inconfundible Michael Jackson). A diez años de su partida física aun resuena en mí su voz, permanecerá ahí cada sílaba en las más de centenar y medio de canciones que integran su legado infinito, aunque surge de pronto una inesperada situación con la que miles de fans de todo Latinoamérica ponen a prueba el eterno deseo de seguir escuchándolo pugnando por desvelar material inédito, solo que esto de oír algo nuevo parece que se ha salido de las manos y la razón es la tecnología de una forma que jamás antes se había visto. ¿Qué habría pensado Gustavo al respecto?

El tropo común es la tecnología creciendo a pasos agigantados. Hace no más de dos años las conversaciones con ChatGPT o las virguerías visuales procesadas en Dall-e u otras plataformas de procesamiento visual pusieron sobre la mesa la última instancia sobre la cual el ser humano podría diferenciarse de las máquinas: el arte. Aquel popularísimo diálogo de Will Smith en la película Yo Robot (2004) donde el humanoide Sonny es cuestionado sobre si es capaz de convertir un lienzo en una obra maestra o escribir una sinfonía este último responde lapidariamente: “¿Usted puede?”, podría maliciosamente aplicarse a cualquier ser humano hoy y no aprobarlo ni de chiste. Del test de Turing ni hablar. Sobre las mismas líneas, el detective Spooner afirma: “Incluso los perros tienen sueños, pero tú no, eres solamente una máquina”. A día de hoy, sin afán de ser grosero ni cruel, preguntaría ¿Quiénes en realidad tienen sueños?

Lo de tomar textos para hacerlos pasar como originales o generar imágenes fabulosas basadas en estilos artísticos de cualquier tiempo era ya bastante impresionante, pero lo que está sucediendo el área de la música es verdaderamente escandaloso, aunque no debería extrañar, pues a fin de cuentas, qué otra cosa son las notas y la composición musical sino la sublimación intelectual de las matemáticas... Dicho de esa manera, con los algoritmos indicados, suficiente poder de procesamiento y una base de datos prácticamente infinita han aparecido lo que extraoficialmente llamaré sintetizadores de composición musical (SCM), capaces de replicar voces humanas con tal fidelidad que es casi imposible diferenciarlas de voz viva, lo mismo con instrumentos y lo más perturbador: creación de canciones (en su totalidad, es decir, desde la composición, arreglos, canto y ejecución) con el estilo de quien se plazca. Es por eso que escribí este artículo.



Mi mejor amiga ceratiana me mandó el video anterior y mis reacciones pasaron por la sorpresa, una profunda nostalgia, el placentero momento de sentir la voz del maestro una vez más en palabras nuevas y después... nada. Es su voz, es su forma de interpretar, son los colores en sus metáforas, los estribillos son él, pero al mismo tiempo no. El clon revela su artificialidad inevitablemente, así con la avalancha de temas generados hasta la fecha, ya he perdido la cuenta, podría salir una canción nueva literalmente cada minuto, sonando a Cerati pero careciendo de alma, la esencia perdida en el morbo de querer tenerlo al oído de vuelta. Mencioné algunos párrafos atrás las particularidades en su voz y es impresionante cómo estas IIAA las reproducen milimétricamente. La forma de ejecutar coros, el vigor en los agudos, la profundidad de sus graves, lo ya mencionado respecto a las maneras de componer, es todo abrumadoramente perfecto.

Igual que con las ilustraciones hechas por máquinas, tras dos o tres temas comienza uno a identificar el patrón meticulosamente aplicado. De inicio, tanto para ojos como para el oído, estas cosas logran embelesar con su supuesta perfección, sin embargo la falta de sutilezas, el hecho de que un fan acérrimo (modestia aparte) pueda detectar sonidos propios de la época sónica de la que se extrajo o incluso poner en discusión si determinados temas o palabras hubieran sido utilizados* son factores que obligan a la mesura y por qué no, al desencanto.

Más allá de la maravilla tecnológica ¿Es válido hacer esto desde un punto de vista moral? Y... el rollo inicial de este texto alude al tiempo que le tomó a Gustavo Cerati tanto en solitario como en la etapa con Soda desdoblarse hasta convertirse en el mito que es hoy día, el proceso natural de vivencias y su propia cosmovisión, filosofía de trabajo se plasmó con cada tema en cada disco. Con aquello de que “No hay nada más humano que usar máquinas” él se defendía de las críticas recibidas en su etapa de Ocio y Roken**, de los cuales la gente renegó de su total despegue del sonido rock con el que se le identificó por años cambiando por completo lo que presentaba en vivo por aquellos años, llegando a catalogarse como parte de un descarado “laptop dúo” junto con el finado Flavio Etcheto, a quien por cierto le debemos hermosos arreglos para trompeta dentro de algunos temas en Sueño Stereo, Bocanada y Siempre es Hoy, entre otros. Bajo este argumento, el uso de herramientas no es motivo de ningún juicio ético, el asunto es que la herramienta se vuelva también el ejecutante y eso a mí me parece de una aberración razonablemente cuestionable, especialmente para quienes están sacando provecho con vistas y likes en las plataformas donde se han estado distribuyendo. A diferencia de las bandas de covers, tan extendidas en el mundo y que en México y el resto del continente se encargan de mantener vivo el legado de los artistas que homenajean, las canciones generadas con IA no exigen esfuerzo de nadie ni requieren algún talento especial en su ejecución. La maravilla de ser lo que son no la desestimo, pero va a depender de quien las escuche si le seguirán dando el protagonismo que no merecen, la obra del artista ya ha sido hecha y al menos hasta el día de hoy ninguna de las composiciones, con todo y que en teoría, científicamente hablando se pueda afirmar que no hay nada que indique que no sea Cerati, con todo y eso, ninguna ha logrado hacer algo mínimamente superior al material original, al creado en cuerpo, alma y tiempo del maestro. Hay vacíos que no se pueden llenar, así de simple. Elijo quedarme con aquel tema maravilloso de gran Leandro Fresco (memorable dentro del team Cerati solista) donde las notas de su guitarra parecen saludar desde un lugar mejor, más lejano. Su voz real se ha apagado y por eso sigue resonando en nosotros.

Presencia ausente: I.A. vs Cerati © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 


* Encontré algún tema donde abiertamente se habla de muerte o suicidio, algo que jamás habría mencionado Gustavo en ninguna de sus canciones.

** Proyectos paralelos a su carrera solista pero que no consideró parte de su línea principal de discos, pues se trataba de experimentos sonoros más apegados a la electrónica y el sampleo.



lunes, 23 de diciembre de 2024

Ingenuo del olvido

Por: Gustavo Torres Gómez

Cada adiós me edifica

soy ahora imperecedero monumento

ya el tiempo no puede hacer más

me ha arrebatado todo

como inevitables ofrendas que reclama el tiempo

voraz coleccionista de mis afectos


Ingenuo, creo haber derrotado a mi enemigo

acepto en mi alma las arcas vacías

y apuesto mi todo, sin remedio


Asoma el mejor de mis aliados

además con faz de rival

es el mañana bañado en promesas

carcome en llamas cada latido

la expectativa es más cruel que el olvido

es la superficie que invita y se aleja

si no hay más remedio que entrega.


Ingenuo del olvido © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 

sábado, 21 de diciembre de 2024

No es un libro normal - Opiniones sobre un hermoso libro de Benito Taibo

 

Por: Gustavo Torres

El sagrado trance de lectura a veces provoca reacciones que trascienden lo intelectual, en ocasiones lo espiritual o a veces ambos, como es el caso de Persona Normal, de Benito Taibo. Perdido durante más de un año bajo la llanta de refacción de mi carro, tuvo que ser una cita de servicio técnico con la agencia lo que recordó el compromiso de lectura con alguien que seguramente puso en mí cierta esperanza de aprecio respecto a lo que me encontraría en aquel texto y dicho así, además ya con el resabio de haberlo terminado, amerita lanzar ese lugar común que reza: las cosas pasan por algo, este era el momento para leerlo.

Sebastián es un chico de doce años que ha perdido a sus padres justo en ese momento de la vida donde se hace más importante tenerlos, aunque bueno, lo justo sería decir que toda la vida es una medida más exacta para eso... Esto no es ningún espóiler que vaya a arruinar la experiencia de lectura, es algo que sucede en las primeras diez o quince páginas y que condiciona el resto de lo que vendrá, en especial con quién deberá vivir el protagonista al menos hasta que sea mayor de edad. En otro dato espoileroso, será el famoso tío Paco quien se haga cargo del chico quién sabe por qué, dado que este señor tiene la reputación en su familia de ser alguien más bien con pensamiento y forma de vida jipioso, un fulano con quien casi nadie en sus cinco sentidos encargaría a un adolescente, menos en la situación tan vulnerable en la que se encuentra, sin embargo, para fortuna de Sebastián, su tío resulta ser un maravilloso ser humano a quien el lector rápidamente asignará el calificativo de “ángel” tanto por su nobleza como por su compromiso con sus propios ideales y el afán genuino de mostrarle la maravilla de vivir a su queridísimo sobrino aún a costa de muchas críticas y encontronazos con medio mundo.

Persona Normal es entrañable desde la primera página y permanece así hasta la última palabra sin el pecado de ser cursi, de hecho no lo es en ningún momento. Es el tipo de libro que por supuesto recomendarías a alguien que no tiene el hábito de la lectura y quiere algo con lo qué empezar, igualmente si es niño, adolescente o adulto la novela es corta, sólida y muy humana. Acompañar el crecimiento del chico en tanto llueven referencias a obras clásicas de la literatura universal es un deleite, aunque si alguna exigencia tiene que haber, podría ser que para el avezado en estos menesteres mucho de lo que se cita son lugares comunes, la verdad es que no podían ser más atinados y dan al clavo con cada situación capítulo tras capítulo, que además de todo son cortísimos, lo que da sensación de avance en una estructura de obra nada compleja que privilegia lo lúdico sobre lo complejo.

La magia de leer, el privilegio de vivir, la bendición de poder pensar son sabores presentes en este libro súper recomendado para compartir con aquellos a quienes realmente queramos dar un presente cuyo sabor dure toda la vida.


No es un libro normal - Opiniones sobre un hermoso libro de Benito Taibo © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 

martes, 9 de julio de 2024

Quetzalcóatl: el gen nórdico de la estirpe mexicana (análisis de la novela de Lucie Dufresne)

 Por: Gustavo Torres G.

Las novelas históricas deben ser al mismo tiempo un reto y una bendición para quienes las escriben: el contexto y la data necesaria para generar un universo creíble está dado ya por la realidad, lo que supone un trabajo menos qué hacer, mientras que por otro lado, la "carnita" para el lector o sea, las minucias de las relaciones entre los personajes y las licencias literarias que se pueda permitir el escritor estarán limitadas por justamente, la realidad en la que se basa, pero ¿Qué pasa si esa supuesta historicidad es canjeada por la fuerza de un mito que ha alimentado la identidad de un país durante casi toda su existencia?

Lucie Dufresne es una escritora canadiense que tiene en Quetzalcóatl su primera novela, debajo de la cual la discutible premisa del hombre barbado que vino del otro lado del mar toma forma, alimentándose por supuesto en una investigación documental tal vez no demasiado extensa o rigurosa, pero sí suficiente para dar una versión creíble respecto a la verdadera identidad de un dios compartido entre varias culturas precolombinas (además con diversos nombres).


¿De dónde vino Quetzalcóatl?

A estas alturas, decir que Colón fue el primer europeo en pisar el nuevo continente es históricamente incorrecto. Las evidencias arqueológicas y la documentación (no tan raquítica) respecto a las constantes incursiones de navegantes nórdicos a lo que ellos llamaron Vinland (hoy territorio canadiense) tienen precedentes temporales mucho más profundos de lo que se pudiera pensar, y por ese lado, el pretexto de una embarcación que sucumbe ante una tromba hacia el Atlántico Norte es perfectamente creíble, así que los únicos dos sobrevivientes del siniestro marítimo se convierten en protagonista y secundario de esta aventura: Ari y Melkolf (de inicio, su esclavo). Contada en primera persona, la novela nos pone en la piel de Ari con todo y su visión vikinga de las cosas, pues justo antes de sufrir el accidente, arranca describiendo lo que sin saber, serían sus últimos días en Islandia, lugar frío, pero idílico al mismo tiempo, con habitantes cuyo biotipo ha sido pulido por la dureza del ambiente durante miles de años y que hará contrastar inevitablemente a la población que los personajes hallarán en el inicio de su periplo nombrándolos despectivamente skraelings, aunque no por mucho tiempo pues sin apenas sentirlo, se irán integrando a una cultura absolutamente ajena a la suya, y no solo eso, sino que serán con el tiempo, parte crucial de la nueva identidad de las comunidades originarias en el hoy territorio mexicano.


El estereotipo del indígena salvaje: sacrificios

Dufresne relata con habilidad el ascenso de Ari con lógica y cierta dosis de inocencia por parte de quienes le reciben y arropan, justificado esto con la creencia permanente de que los náufragos son traídos directamente del cielo, producto o regalo de los huracanes en el hoy Golfo de México. Con el materialismo histórico como base de credibilidad, la autora hace imposible el regreso de los nórdicos a su tierra natal por un pequeño pero poderoso motivo: en este continente, en esa época, el metal prácticamente no existía, lo cual hizo imposible la reparación de la embarcación que los llevó hasta ahí y después, todo una fantasía pensar en hacer una desde cero sin hierro para remaches, clavos o laminado. Los primeros meses de estadía se convirtieron para los extranjeros una escuela donde aprendieron a hablar náhuatl y se fueron acostumbrando a los usos de los toltecas, siendo el más impactante de los actos para ellos y para uno como lector, el presenciar una ceremonia de sacrificios en favor de sus dioses; para Ari, guerrero descendiente de Erick el Rojo, adorador de Thor, aquello rebasaba por mucho la necesidad de sangre que se tiene en batalla, pero para Melkolf, cristiano devoto, la repulsión del acto fue casi insoportable...


El mito

Ari, muestra su valía en combate, economía, arquitectura y una visión de crecimiento inusitada para Mixcóatl, el entonces emperador tolteca, quien lo designa en su lecho de muerte como el nuevo Ce Ácatl Topiltzin, figura cuasi divina que destaca según el relato, por su inteligencia e instintos terrenales, más que por su deicidad per sé. El resto de la trama, que incluye la explicación del porqué de su vasta descendencia y la llegada a territorio itzáe (Península de Yucatán) bajo el nombre de Kukulkán, va agregando personajes bien desarrollados con los que es fácil empatizar o recrear mentalmente: Huémac, Ócelotl, Xilonen, Mallinalli, la ostentosa Chantico, el simpático Hun Pik Tok, el aborrecible Tezcatlipoca… Hace mucho que la muerte de algún personaje literario no me afectaba tanto, y aquí sucede por lo menos un par de veces, al punto que en la parte final de la lectura tuve que retirarme a llorar en privado por la partida  de alguno de ellos (no daré spoilers), pero sobre todo por la convicción total de Ari hasta el último de sus alientos, de volver a su amada Tierra Verde para mostrarle a su madre en quién se había convertido. Lucie Dufresne le da un final bellísimo, poético, cargado de nostalgia y aprovechando el apego que nos generó haber acompañado durante prácticamente toda su vida adulta a su protagonista, y aunque creo que cualquier mexicano mínimamente educado sabe de dónde a dónde va la historia, la novelización, poder artístico de esta pieza literaria impregnada de esa parte del pasado mexicano que se pierde en el tiempo hace valer mucho la pena darle un vistazo con ojo crítico, pero orgulloso de un pasado que se siente propio más que nunca y será glorioso para siempre.


Quetzalcóatl: el gen nórdico de la estirpe mexicana (análisis de la novela de Lucie Dufresne) © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 


sábado, 15 de junio de 2024

Drogas, sangre y compañía: Análisis crítico de "Vertical", novela de Jorge Nores

 Por: Gustavo Torres G.

¿Es obligatorio ser feliz? ¿Necesitamos darle sentido a la vida? Si bien estas parecen preguntas existenciales absolutamente básicas o tal vez hasta obvias en su respuesta para algunos, la realidad de miles de adolescentes en todo México y seguramente en el resto del mundo parece orillarlos a evitar el mero acto reflexivo e inevitablemente sucumbir ante el bufet de los sentidos, dándole al placer la fugaz etiqueta de "verdad".

Vertical es la primera novela del joven escritor chihuahuense Jorge Nores, quien hábilmente entrega una historia empapadísima de violencia, sexo, drogas y una realidad que desgraciadamente está lejos de extinguirse en prácticamente todo el territorio nacional. Acá nos cuenta cómo Gustavo (sí, tocayo), un quinceañero homosexual de Chihuahua termina inevitablemente atado a una red de narcotraficantes y sicarios a partir de una decisión aparentemente inocua, pero que como bola de nieve, va atrayendo infortunios uno, dos o tres detrás del otro. Lo de "inevitablemente" puede ser sometido a discusión, sobre todo por la juventud e inexperiencia del protagonista, aunque dadas las condiciones en las que creció y el entorno social en que se desenvuelve, parecería que era cuestión de tiempo para que le comenzaran a pasar cosas.

En la flor de su adolescencia, Gustavo ejerce su sexualidad sin freno, consecuencias ni arrepentimientos, sumado al consumo cada vez más elevado de cocaína o lo que le pongan enfrente. Abandonado por su padre cuando él era muy niño, con una hermana mayor laborando en maquiladoras y una madre trabajadora relativamente ausente, jamás ha tenido el referente de confort y seguridad que una familia en otras condiciones podría haberle brindado (ojo, no es una crítica a la familia no tradicional). El tiempo en las calles de una de las ciudades más inseguras del norte y sus apetencias sexuales le convierten en presa fácil para el crimen organizado, donde rápidamente es absorbido. A lo largo de un texto que de verdad se va como agua, el lector no tendrá momento de descanso, dado que las situaciones no darán tregua, tal como le pasa al chico en cada uno de los capítulos: hundido en coca (coquita, le dice él) dormir y despertar cada día para ir a vender merca, huir, hacer tratos y acostarse con su mentor tantas veces como es físicamente posible son la tónica que jamás decae, sumiéndolo a él y quien lee en una vorágine inevitable de desesperación y paranoia; probablemente el nombre del libro venga justo de ahí, pues el descenso es franco, en picada.

A título personal, sentir empatía por alguno de los personajes fue imposible. Lejos de ser una crítica para el autor, es un sincero halago. El retrato de las aspiraciones de la familia de uno de los secundarios, por ejemplo, deja ver con precisión el perfil aspiracional al que una parte de la juventud y niñez mexicana apunta: dinero, mujeres, lujos, respeto y reputación construida sobre lo que sea, incluso una pila de cadáveres o la ausencia de garantías sobre la vida. En alguna escena, Gustavo tiene que convivir forzosamente con la familia de uno de sus colegas, siendo que le reciben con gusto y esa calidez única de nuestra gente, es ahí donde por primera vez se siente querido, su vida adquiere por un momento el sentido que nunca tuvo, acompañado por comida de casa, risas y seguramente un plato con pan dulce, de ese que hermosea el gusto y obliga a agradecer el milagro de estar vivo… 

La cadena de sucesos se arma de tal forma que el cierre es trepidante y desde mi punto de vista, uno de los mejores finales que he leído nunca (por supuesto, no daré información al respecto), revelando gratamente a Nores como un escritor ágil, con recursos lingüísticos no solo suficientes sino sorprendentemente destacados, construyendo un ambiente de desolación pasmoso y de inquietante vértigo sobre sus últimas páginas, si contar con que el lenguaje utilizado se siente tan natural, que no es poca cosa reconocer ese manejo, tomando en cuenta que en el afán de "coloquializar" según qué narración, por lo común se tiene fracaso y aquí no sucede eso. Alta literatura, pues.  

No es para nada una temática que busque para leer, de hecho llegó a mí de maneras misteriosas… Sin embargo no dudo ni tantito lo de recomendar y reflexionar sobre lo que se aborda en la historia, pues como he dicho, a nivel literario se desarrolla con maestría y en el análisis de nuestra realidad, confrontar una obra como esta se vuelve imprescindible en el ejercicio de la reflexión.


Drogas, sangre y compañía: Análisis crítico de "Vertical", novela de Jorge Nores © 2024 by Gustavo Torres Gómez is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International 

Comala en Streaming: comentarios sobre la adaptación de Rulfo al cine digital

 Por: Gustavo Torres Gómez Es como el duelo: se parte de la negación, hay broncas internas qué solucionar, cierta negociación, la consabida...