Reto de lectura 2021 (2/12): Tokio ya nos quiere, de Ray Loriga

Reto de lectura 2021 (2/12): Tokio ya nos quiere, de Ray Loriga

Por: Gustavo Torres G.

Es inevitable pensar en Bukowsky o Miller cuando se lee Tokio ya no nos quiere, de el escritor español Ray Loriga: impecables ambientes kitch, reinterpretados a partir de esa incomprensible y fascinante óptica íbera para todo lo norteamericano, aderezados por sexo en exceso y vocabulario cuando menos soez, con toda la intención de ser vulgar (aunque Loriga no lo consigue del todo). Prometido como un libro de amor, sin saber si eso se cumplió, las cuentas al final arrojaron que se trata de una obra que merece cada segundo invertido en su lectura. Aquí mis razones:

1. La atemporalidad de la historia.

Eso de que está ambientado en un ambiente kitch puede ser una figuración mía, no sé, la visualicé en una especie de burbuja ficcional que desarrolló toda la trama en algo así como unos eternos años sesenta aderezados con lo mejor de las décadas que le precedieron; en realidad, creo que jamás se hace referencia a la época en la cual transcurren las desventuras del protagonista, así que uno puede tomar ciertas licencias literarias personales. La magia de leer. Si bien fue editado por primera vez en 1998, las muy pocas circunstancias en las cuales se alude a artilugios tecnológicos es bastante sutil (o no) y no repercute en las accidentadas relaciones que se van gestando durante toda la trama, por ese lado, es ineludible considerar esta historia como vastamente humana, pero mucho. Podríamos haber tenido un novelón en el espacio o la época victoriana y hubiese sido lo mismo. Tendré que leer un par le libros más de Ray Loriga para convencerme de que va que vuela para clásico de clásicos, todo apunta a qué sí.

2. La caída del antihéroe.

Intento evitar adelantos para no arruinar al posible futuro lector, aunque todo lo que puedo decir sin incurrir en semejante crimen, tiene que ver con el leimotiv de casi cada capítulo: un hombre que va cayendo en una espiral desenfrenada de sexo y drogas de diseño, con el objetivo puntual de olvidar, ¿olvidar qué? No podría contestar, nunca se sabe, pero siempre se intuye y además siempre se está lo suficientemente equivocado como para perdonarse y seguir leyendo. Aquello de empatizar con el protagonista no sé si lo puedo garantizar, es un tipo que cuando parece que ya no puede ir a peor, logra sorprender a cada paso sin desencadenar lástima, increíblemente conserva su dignidad, tal vez porque nunca logró tenerla. La repugnancia de sus actos no estriba en lo que hace, sino en el balance moral que cada uno de nosotros coteje en relación a la educación y filosofía de vida propia. Así como las chic flics emanan esencia girly, Tokio ya no nos quiere supura y hiede a lo muy manly; el personaje está preso en sus instintos, sus impulsos y es tremendamente animal, pero está solo ante un mundo que no espera más de él, un individuo que parece no tener sentimientos, aunque se descubre, poco a poco, en su torbellino de olvidos, que es su corazón absolutamente roto el que no le permite regresar a la cordura, si eso existe.

3. La ficción literaria demuestra su superioridad sobre la propia realidad.

Estoy felizmente convencido que la buena literatura, no solamente en su faceta lírica, sino también narrativa, es capaz de enriquecer el alma a partir de los destellos que cada autor tenga desde sus universos particulares; en todo el mundo, en todas las épocas, estos bits de sabiduría se permean entre diálogos y sucesos, no importando su origen o inspiración. La más inverosímil fantasía es capaz de doblar la “realidad” a través de la palabra, he ahí el poder de la ficción. Loriga logra esto en esta novela varias veces, lo que confirma mi teoría/presentimiento/deseo de que será inevitablemente uno de los nuevos clásicos contemporáneos. Aquí algunas de esas muchas frases que me fulminaron:

El amor es un millón de enfermedades distintas”.

Los hombres matan a las mujeres porque no pueden soportar a las mujeres reales que viven dentro de las mujeres que desean”.

El recuerdo, no el olvido, el verdadero invento del demonio”.

Cada uno habla del tiempo según lo que espera de él, por lo que dos personas mirando el mismo cielo siempre esperan nubes distintas”.

Contextualizadas, son, por supuesto, mucho más poderosas.

Ese aroma a Bukowsky mencionado al principio impregna sobre todo el clímax dentro del hilo argumental, pero como decía, logra ser lo suficientemente auténtico como para no competir directamente en contra del maestro de la crudeza urbana, el español sale avante. Queda solo decir que si bien el porqué termina siendo un libro de amor se lo dejo a quien quiera interpretar la lectura, debo expresar que resultó ser muchísimo más de lo que esperaba en un autor que no conocía y que además me motiva a leer algunas obras más a las cuales ya eché ojo. Imperdible, pero con advertencias.



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