lunes, 28 de septiembre de 2020

La culpa es de Pandora

 Por: Gustavo Torres G.

Mi javiersierrómetro ha marcado una puntuación baja. Jamás lo hubiese pensado. Como cuando tu equipo lleva media temporada invicto y un sábado cualquiera, contra el equipo menos pensado se da una goleada inesperada... así me sentí al terminar El Mensaje de Pandora, último libro del reconocido escritor teruelense Javier Sierra. He intentado escarbar todo lo posible hasta ver aunque sea un poco de bronce en el tesoro prometido, pero a duras penas me he topado con latón.

¿En verdad es tan malo? Y... no lo sé. La vara queda alta con cada entrega de Sierra, un tipo sumamente apasionado por estos temas tan absorbentes como son la historia y el misterio; La Dama de Azul cimbra las más profundas concepciones que se tengan de la historia; La Cena Secreta es (nunca mejor dicho) una pintura narrativa de la Italia davincesca; El Fuego Invisible es una delicia hecha novela; La Ruta Prohibida resulta una odisea por la historia como siempre debió haberse contado (se va como agua); El Mensaje de Pandora es... bueno, parece un intento de novela epistolar.

Lo bueno

El intento, respeto mucho el intento de dar su público algo distinto, tal como él expresa en la nota aclaratoria, que el asunto de las cartas venía de su padre, cartero de oficio, y que tras desempeñarse honorablemente en tal asunto, el acostumbrado sentido del asombro de Javier terminó transformando esos recuerdos de la infancia en algo que emula medianamente la sensación de cercanía y confianza que se tienen dos personas estableciendo contacto por misivas, sobre todo cuando el tema de esta parece ser de suma importancia, a tal grado que el centenar y medio de páginas que la integran deberían justificarse por mera extensión.


Lo no tan bueno

El recurso de la novela epistolar se siente forzado, tanto como el monólogo emprendido por la supuesta redactora de la carta que nos pone al tanto. No niego que en algunos pasajes (muy contados) el colmillo largo y retorcido del español reluce como de costumbre, pero termina siendo solo eso, un relleno innecesario, un discurso bien estructurado pero sin esencia. Abordar el tema de la pandemia tan, pero tan inmediatamente, ha supuesto sacrificar un libro que pudo haber sido mejor pensado, el argumento daba, tal vez, para bastante más; no sé si el contrato con la editorial obligó al escritor a apresurar la salida de este texto, pero sin duda, le faltó cocción. Este sonado origen cósmico de la enfermedad pudiera ser irrespetuoso si se mira bajo cierta óptica. No es momento de jugar con la desgracia de millones (no lo pienso así, pero habrá quienes lo señalen de esa manera).

Poco qué ver con el Sierra de antaño, mimando cada palabra en cada cuartilla.


Lo malo

Si alguno de ustedes ha leído a Yuval Noah Harari y su genial Sapiens: de animales a dioses, notará fácilmente y hasta con cierta lástima el pobre intento que hace El Mensaje... al querer narrar el desarrollo de la humanidad. Evidentemente los alcances de Sierra son otros, pero como he dicho, estoy seguro que la idea hubiese prosperado mucho mejor si se dejaba el pastel en el horno por lo menos tres o cuatro meses más. La travesía de las protagonistas a bordo de la diosa amarilla en una ruta europea idílica se hace innecesario ante los recordatorios cada tantas páginas de datos que el propio Javier cita una y otra vez en la respetable prensa española del misterio, que a estas alturas resulta ya repetida y cansina, volcada sobre los temas clásicos con el único y maravilloso respaldo de su profesional trabajo, pero con casi ninguna novedad alrededor de Gobekli Tepe, las ruinas de la España más romanizada y un puñado más que apenas resultan relevantes para los tiempos que corren.

Con ganas de...

El Mensaje pudo haber sido menos aventurero y transformar todas esas teorías sobre el origen panspérmico de la humanidad y su posterior evolución en algún ensayo al estilo de La Ruta Prohibida, lo mismo con la reflexión acerca de la absoluta relevancia del mito como factor de transmisión de conocimiento y cultura; por ese lado, el libro es hermoso, abre la metáfora del saber humano por vericuetos que en verdad sorprenden, pero como he dicho, innecesariamente trasladado a este formato. La historia de respaldo no me conmovió ni dos milímetros, me pareció sosa, lo siento. Me quedo con ganas de leer un nuevo libro del autor, uno que asuma riesgos, sí, pero que en la espera esté el mérito, tal, que justifique la salida de todos sus demonios contenidos hacia este mundo que se nos cae a pedazos.


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