viernes, 20 de enero de 2017

El diluvio que viene (invocado)



Por Gustavo Torres G.
 
Dos clases de superstición gobiernan inconscientemente mi forma de ver la vida, no se de dónde salieron, ni por qué les sigo teniendo fe. Ambas tienen que ver con el sentido de renovación que la naturaleza nos recuerda se debe tener; por ejemplo, el hecho de que la gripe o resfriados no son otra cosa que una etapa de mutación que nos prepara y transforma hacia personas más fuertes para lo que viene. No sé tú, pero siempre el primer día de salud después de una semana de tos y calenturas, parece convertirnos en el ser más poderoso sobre la faz de la tierra. La enfermedad inmuniza, cicatriza el alma cuando se sabe enfrentarla.
La lluvia es esa otra cosa que indudablemente, sin temor a caer en un lugar común, representa efectivamente, un acto de limpieza, de purificación. Para como se están dando las cosas en el país, estas tres tormentas consecutivas en la región no son otra cosa que la ratificación de una premonición construida: todo se cae a pedazos. Hace falta un resfriado social.
Recapitular el 2016 en eventos significativos para la historia popular termina siendo la colección de personajes cèlebres en su defunción, pero aùn ahì hay simbolismo, ¿està muriendo la magia? ¿O simplemente persiste el temor de quedarnos sin figuras paternas/maternas? Como si las guìas espirituales del escape para nuestras ilusiones, vìa música, cine o televisión estuvieran obligando a las masas a dejar el nido; ya no hay nada màs que ver ni escuchar, es momento de apagar la tele y madurar. No màs Star Wars, no màs Bowie, no màs Iwata, no màs George Michael. La realidad, como dije, se està cayendo a pedazos.
"Alguien dijo una vez que la única diferencia que existe entre las personas que están dentro de las instituciones mentales y aquellos de nosotros que estamos fuera… es que nosotros somos la mayoría. Si ellos fueran la mayoría nosotros estaríamos dentro" dijo alguna vez Sugel Michelen, en idea foucaltiana. Ante una realidad enferma, resulta innegable afirmar que las puertas del manicomio han desaparecido por completo. Somos todos parte del Macondo que temimos siempre habitar.
Como sea, si mis conjeturas son ciertas (como de costumbre), la efervescencia del momento darà paso a días luminosos sobre una colina verde, un puño de niños pecosos corriendo sobre ella y un perrito salchicha regodeándose de un mundo que, en realidad, no se quiere acabar.

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